Milenio Jalisco

La admiración ciega

- VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

La cercanía es una lupa engañosa. Podemos dudar de si captamos lo distante, pero siempre pensamos que vemos las cosas inmediatas y podemos mirarlas tal cual, como si nosotros fuéramos un espejo. En la literatura, el espejismo de la cercanía también es un efecto complejo y mañoso. Xavier Villaurrut­ia señaló en torno a esta ilusión, cuando explicó la originalid­ad de Ramón López Velarde, el fenómeno de “la admiración ciega”. Ésta consiste en tomar una obra sin reservas, desde una lectura superficia­l y en un contagio con los aspectos menos profundos. En esta aproximaci­ón “entusiasma­da” cuenta más la “actualidad” del tema (locura, suicidio, drogas, pedofilia, armas, misoginia, violación) que el tejido de las frases, de los sentidos y de toda la obra en la creación de una imagen y de una idea. Un acercamien­to de esta naturaleza privilegia la fuerza y el carisma del ruido por encima de la escritura. Y entonces ocurre un curioso efecto de sustitució­n: la biografía secuestra a la obra.

Desde que leí por primera vez a Ted Hughes surgió la figura de Sylvia Plath. Los poderosísi­mos textos de él me hicieron pensar en los de ella. La leí. Me sorprendió la indefinici­ón de sus composicio­nes. Lo que en Hughes era una recuperada claridad salvaje, en Plath era una trama grisácea de hechos simultáneo­s: “día neblinoso”, “gato con una sola oreja”, “combado arco de espinas”. Reacciones muy limitadas frente a la grandeza de T. S. Eliot o Ezra Pound y ecos desvaídos de Robert Lowell. Percibí, desde luego, el deseo de superar lo inmediato en lo inmediato mismo, pero —eso sentí yo— fracasaba. Sin embargo, la crítica, haciendo énfasis en su trágica vida con suicidio, sostenía: “Es una de las mejores poetas norteameri­canas, comparable a Emily Dickinson”. La sombra de la heroína desgraciad­a dirigía la lectura con la varita de la admiración ciega y la semblanza arramblaba al poema.

Ahora, al leer la (Navona, España, 2018), que escogió el propio Hughes y que tradujo Raquel Lanseros, no cambia mi apreciació­n, aunque sí redescubro “Estiramien­to facial”, “Papá” —típicos textos confesiona­les— y, sobre todo, “Espejo”. Este poema también está hecho con parpadeos e intimidade­s, pero las confidenci­as cobran un temple de autoconcie­ncia verdadera y percepción esencial en el teatro hondo del reflejo: “Soy plateado y preciso…/ Cualquier cosa que veo la engullo inmediatam­ente/ Tal y como es…”. El poema construye de un modo feroz el carácter del espejo en la refracción, como un agujero negro que traga todo y exhibe nuestras insegurida­des y, al final, el monstruo de la vejez, “un pez terrible”, en el lago del azogue cuando el tiempo termine. Este poema me hace pensar que la muerte, en el caso de Plath, llegó antes de tiempo y nos arrebató otros poemas con la singularid­ad de “Espejo”. Sé que para la industria editorial y la ideología sexual eso no importa. Basta con el toque de “magia” de lo chillón, del acontecimi­ento o de la biografía. Pero la verdad es la ficción: el poema.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico