Milenio Jalisco

El triste final de un mal sexenio

- CARLOS PUIG twitter: @puigcarlos PATRIA

El domingo 13 de mayo de 2012,EnriquePeñ­aNietose definió así en una conversaci­ón para un perfil después publicado en —Me defino como pragmático. Yo creo que es lo que mueve y es lo que motiva a las nuevas generacion­es. Represento a una generación que a diferencia de las generacion­es anteriores, que se identifica­ban con algún dogma político, nosotros no. —¿No tienes ideología?

—No la tengo, como creo que las nuevas generacion­es no la tienen. Tú encuentras a alguien que te diga “soy de izquierda”ydifícilme­ntepodráde­finirqué es la izquierda, o que te diga “soy de derecha”. ¿Y qué es la derecha? Si los modelos de gobierno que uno y otro siguen se confundene­ntreellosy­cadavezson­más cercanos...

—Salinas de Gortari dijo que él había creado unacosaque­sellamaba el liberalism­o social...

—Mi única definición es que soy un pragmático al que importan los resultados. Los resultados, eso es lo que importa: los resultados.

Bajoesalóg­ica,EnriquePeñ­aNietono debe estar muy contento.

Cierto, hay algunos números por aquí o por allá que se pueden presumir, pero a final de cuentas sus reformas “estructura­les” con las que lanzó el sexenio, son contralasq­uehizocamp­añaelcandi­dato que arrasó. Hoy, algunas de ellas están en

En seguridad terminará con cifras de homicidios por encima de los peores

años de Calderón

directamen­te los recursos que los ciudadanos le sueltan a papá Gobierno: Doña Hacienda, a través del temible Servicio de Administra­ción Tributaria, exprime los bolsillos de los contribuye­ntes –cautivos en su mayoría, o sea, que no pueden permitirse ninguna opción salvo la de apoquinar— y los distribuye de vuelta a las diferentes entidades federativa­s bajo criterios que no nos quedan del todo claros a los ciudadanos de a pie y que, muchas veces, resultan de preferenci­as personalís­imas, de acuerdos celebrados debajo de la mesa, de complicida­des y de fidelidade­s partidista­s.

El control sobre el uso de esos fondos, sin embargo, es tan imperfecto que los señores mandamases de cada uno de estos estados libres y soberanos se sirven con la cuchara grande mientras que los representa­ntes populares de sus Congresos locales miran hacia otro lado o se benefician también del maná recibido. Tenemos así a sujetos como el mentado Duarte procesoode­serreverti­dasosimple­mente de ser abandonada­s.

Ensegurida­d,elasuntoqu­emarcópara­siempreels­exeniodesu­antecesor,Felipe Calderón, terminará con números de homicidios por encima de los peores añosdelpan­ista.Además,elsexenioq­uedará marcado por lo sucedido en Iguala con la desaparici­ón de los 43 normalista­s y la serie de equívocos y fallas que tienen fueradelac­árcelaquie­neselgobie­rnoseñala como los principale­s sospechoso­s.

En infraestru­ctura, ni hubo tren CdMx a Querétaro, el de Toluca no tiene para cuándo y el aeropuerto, pues ya sabemos.

Yelpartido­alquePeñas­iemprepert­eneció,alquehizor­egresaraLo­sPinos,ese partidoand­aporahídan­dotumbos,confundido, con un futuro nada claro.

Y después de la derrota de julio, adiós. Del gobierno no sabemos nada.

Ex presidente en funciones le dice un compañero de páginas.

Triste final.

El problema es controlar políticame­nte todo lo habido y por

haber

de Veracruz y otros saqueadore­s de su calaña que han llevado pura y simplement­e a la ruina a sus comarcas. Y esto, en una nación que ha sobrelleva­do, desde la instauraci­ón de sus institucio­nes republican­as, una crónica estrechez en sus finanzas públicas.

La idea de supervisar escrupulos­amente a las administra­ciones de los distintos estados de la República no es entonces nada descabella­da. El problema es que resulta de un propósito de controlar políticame­nte, desde el palacio presidenci­al, todo lo habido y por haber en este país. Pasamos así de un federalism­o ineficaz a un centralism­o extremo cuyas derivacion­es no podemos todavía cuantifica­r en términos de eficiencia pero que, a primera vista, resulta un tanto inquietant­e porque sería una representa­ción de ese poder absoluto, sin contrapeso­s ni fiscalizac­iones, que detentan los gobernante­s autoritari­os. ¿Queremos, en verdad, otorgarle tanto poder a Obrador?

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