Bertolucci, más allá del sexo
Por supuesto que todo mundo ha visto
y con ello incluyo a todos los que jamás vieron la cinta, pero creen que sí, por ser un referente tan intenso de lo prohibido y bien hecho, del amor y el sexo de una manera mucho másrománticaycrudaqueloque elmundoenteroestabaacostumbrado a ver. Esa cinta prohibida en tantos países — asunto que incito a muchos a encontrar maneras de verla—, se volvió en el gran despertar para tantos a la pasión. Sí, por la carne y por el buen cine.
Pero este cineasta, quien me atrevo a decir que no hubiese sobrevivido el movimiento
de haber seguido en activo, fue mucho más allá de tocar temáticas de fácil controversia y consumo. Sobre todo, cuando hablamos de una Europa recuperándose, en muchas ocasiones a través del cine, de la Segunda Guerra Mundial y de lo que había quedado respecto a las estructuras sociales que ya nadie entendía y a las que muchos se aferraban desesperadamente. También fue fiel testigo e interprete de lo que cambió al mundo en la década de los 60, de una manera mucho más global, aunque a la vez profundamente italiana, que lahistoriasencilladehippievs.establishment que hoy en día parece dominar los recuerdos, las historias y hasta los estereotipos de unaeraenlaqueelmundoentero cambió. Y lo hizo desde el punto de vista de personajes que jamás hubiesen sido representados en los anales de la historia, aunque hayan llegado a través del lente y la ficción de este creador.
Paramuchos,Elúltimoemperador fue la prueba de que sí se podía rebasar esa frontera cultural queHollywoodparecíahabergenerado como impenetrable. No solo por el hecho de haber ganado nue- ve premios de la Academia, siendo una cinta épica, sino por lograr eufóricasimágenesqueibandelamanodeunanarrativaquesedesprendía de la distancia y tocaba los corazones que la vieron. Millones. Sin duda los habrá, pero no sé de nadie quien la haya visto en su momento que no considere ese un momento de impacto en su vida. Pero a pesar desusgrandesymásconocidoséxitos,Bertoluccifueelperfectoejemplo del artista quien, al romper esas estructuras que todo grande debe romper, en muchos momentos fue presa de su ego, y se llegó a equivocar. Por ejemplo, al pensar que la gente podría con una cinta de cinco horas, porque estaba extraordinariamente tejida y contada. Si bien Brando, DeNiro y Depardieu soltaban lo que fuera si Bertolucci llamaba, y con razón, pocas veces recordamos las más grandes aportaciones y relevancia de hombres como él.
No debió haber sido fácil contar la historia de un hombre quien, en su inútil intento por negarsuhomosexualidad,seunióal partido fascista, como nos contaba en No en 1970, donde esos temas no eran materia de entretenimiento. Ahora que hago un repaso por todo lo que este cineasta hizo, entiendo perfectamente nuestra responsabilidad de regresar ahí en este preciso momento histórico. Por milmotivos,comoelsurgimiento de la derecha extrema en Europa y EU; por el éxito en un contexto virtual de personajes tan aterradores como Milo Yiannopoulus, de quien seguramente muchos no han escuchado aquí, pero es el prototipo de la contradicción entre el odio y la cultura del escándalo. Pero nuevo tejido social que nos está confrontando a muchos de los mismos problemas, con herramientas modernas por supuesto, que el narró en sus tan freudianas historias. En lo sexual, lo espiritual y lo social. Solo por eso, y para rendir tributo a un complejoybrillantecineasta,vale la pena aventarnos de nuevo a su mundo cinematográfico.
Tal vez acabemos descubriendo lo verdadero del dicho, “entre más cambian las cosas, más iguales se quedan”.
Twitter: @SusanaMoscatel
¿En serio?
¿Qué tan poca madre hay que tener para robar la casa de Ignacio López-Tarso, o como bien lo apuntó Joaquín López-Dóriga, de cualquier hombre de 93 años, serán los mismos desalmados que hicieron un crimen calca en casa de Susana Zabaleta hace un par de años?