Disonancia Cognitiva. Cuando mentir no cuesta
En estos tiempos en que se presenta el término de periodos de gobierno y la entrega de cuentas a la ciudadanía; encontramos como se hace presente en los políticos el síndrome de la Disonancia Cognitiva.
Este término que los estudiosos de la psique humana han acuñado para definir el conflicto que se crea en el cerebro de aquel que ante la evidencia de sus errores, se auto-engaña alterando la realidad para afirmar que todo lo hecho por él ha sido lo correcto y de la mejor manera. Y es que resulta más fácil, que su mente “modifique” la percepción del estado de las cosas para protegerlo, a tener que enfrentarse a una de la decepcionante realidad.
Y aunque, se podría afirmar que todo ser humano ha llegado a mentir en algún momento de su vida, queda en evidencia que la conducta de algunos políticos raya en la mitomanía patológica. Basta analizar brevemente los datos que a través de sus portales de transparencia presentan como logros o metas cumplidas para darse cuenta de ello.
De allí entonces que observamos la coexistencia de diferentes realidades que tienen que ver con la situación que guardan temas relevantes, como son: la inseguridad, la inequidad, la falta de infraestructura o los bajos niveles de desempeño educativo solo por citar algunos.
En el caso de la inseguridad creciente, detectamos la realidad objetiva y verdadera que vivimos y experimentamos los ciudadanos todos los días, a quienes el crimen nos mantiene asolados y temerosos de perder patrimonio o de correr riesgos en nuestra integridad física personal o de los seres que queremos. Al mismo tiempo, coexiste en su mente una segunda realidad que es ficticia y artificiosa. La realidad de las cuentas alegres que se inventa la autoridad para auto justificarse al pretender hacernos creer que se hacen las cosas bien y que son infalibles como gobierno. Es autocomplacencia. Cabe además, una tercera realidad, que es una que es alternativa y que responde a la realidad jurídica de los casos que se registran pero que no corresponden sino sólo a la estadística y entre los cuales existe un distanciamiento inconmensurable respecto de la realidad objetiva que referimos.
De igual forma, podemos citar los casos de las colonias que son contabilizadas como dotadas de agua potable en el logro de objetivos de gobierno, tomando como indicador el hecho de que se les haya instalado la infraestructura para ello (tubos y válvulas), pero sin considerar los indicadores reales para el caso, como serían la calidad del líquido, la cantidad y presión del mismo y la constancia en el suministro.
O aquellos reportes donde se consignan decenas de miles de atenciones gestionadas por los servicios médicos municipales, pero donde no se detalla que la inmensa mayoría de ellos son simples curaciones o recetas de analgésicos o desinflamatorios que no abonan a resolver de fondo la calidad de vida de los enfermos y sus familiares.
Los ciudadanos tenemos la obligación
de comenzar a gestar instrumentos
de vigilancia
Así pues, lo dicho significa que los ciudadanos tenemos la obligación de comenzar a gestar instrumentos de vigilancia que nos permitan controlar a nivel personal y a de nuestros cercanos, las condiciones para garantizar nuestra educación, salud y seguridad. Ya que a través de los años los gobiernos de todos los partidos y en todos los niveles y poderes, han mostrado su incapacidad para resolver la problemática más básica del ciudadano común. Exhibiéndose como partícipes de un sistema que ha facilitado, por omisión, las terribles condiciones de rezago en todo en el territorio, local, estatal y nacional. No podemos continuar así.
La política de la mentira como constante en la estadística oficial debe ser cortada de tajo; instrumentando fiscalización ciudadana y llamado a cuentas.