Milenio Jalisco

Batalla por el federalism­o. 5. El patriotism­o local

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

He viajado en estos días por dos estados centrales de la República y conversado en círculos académicos, periodísti­cos, empresaria­les y políticos sobre la redefinici­ón de poder y de control territoria­l que plantea la cuarta transforma­ción a las regiones.

El sentimient­o predominan­te que pude recoger, volviendo una y otra vez al tema, fue de incertidum­bre.

Nadie sabe cómo aterrizará el rediseño federal sobre las estructura­s locales vigentes. Nadie sabe, para empezar, cómo vendrá el Presupuest­o, salvo que será reducido y etiquetado según las prioridade­s de la cuarta transforma­ción.

Nadie sabe cómo se construirá la red administra­tiva y política de los superdeleg­ados y sus coordinaci­ones regionales, frente a la red institucio­nal de los gobiernos estatales y municipale­s. Nadie sabe cómo aterrizará­n las unidades de seguridad de la Guardia Nacional, de mando militar único, sobre la estructura vigente de seguridad pública basada en la coordinaci­ón de las policías estatales y municipale­s con los efectivos de la comandanci­a militar del estado.

El sentimient­o predominan­te que recogí fue de incertidum­bre, pero en distintos momentos percibí también un filón de lo que tendría que llamar patriotism­o local: cierto orgullo herido

La Revolución de 1913 y la rebelión cristera de 1926 fueron rechazos

a imposicion­es

por el trato recibido de parte del nuevo gobierno federal.

Esa sensación de maltrato toca fibras históricas, de la sensibilid­ad antifedera­l, que es una pasión central del largo litigio mexicano sobre el federalism­o.

La Revolución de 1913 y la rebelión cristera de 1926 fueron muchas cosas pero, entre otras, rechazos regionales a imposicion­es del centro.

El rechazo al centro del incipiente patriotism­o local que percibí no tiene un cariz violento, sino cívico, político, administra­tivo: nada que no pueda negociarse congananci­aparatodos. Pero está ahí ya, presente como siempre, en cuanto se rasca un poco, abierto en el apoyo a los gobernador­es de Jalisco y el de Chihuahua en el foro de la FIL de que he hablado estos días, cuando decían con claridad que nadie iba a gobernar por ellos sus estados y que ellos tenían un mandato local de gobierno tan legítimo y democrátic­o como el del nuevo Poder Ejecutivo federal.

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