Milenio Jalisco

El turno al bat de López Obrador

- ESTEBAN ILLADES @esteban_is Facebook: illadesest­eban

Mañana comienza un nuevo sexenio. Terminados los múltiples meses de transición, los varios años de campaña, llega el momento de gobernar para quien ha ofrecido, desde 2006, cambiar el rumbo del país.

Andrés Manuel López Obrador asegura que con sus seis años en el poder comenzará la cuarta transforma­ción nacional. Asevera, también, que por primera vez en mucho tiempo –si no es que primera vez, punto– el gobierno se enfocará, ante todo, en los pobres. Llega con un cúmulo de promesas enormes, y poco tiempo –y presupuest­o– para llevarlas a cabo. Más si se piensa que en menos de tres años su partido y sus resultados estarán a referendo en la boleta intermedia.

López Obrador ha utilizado el período de transición para amplificar aún más la expectativ­a. Ha llamado a consultas, ha atizado la promesa del cambio con palabras vehementes. Ha hecho una apuesta muy grande en sí mismo y en su equipo.

Y el apoyo lo tiene: dos cámaras del Congreso con mayoría –aunque con una oposición que comienza a dar señales de vida. Gobernador­es, congresos locales, superdeleg­ados. Hay estructura y hay apoyo. En ciertos puestos hay gente de gran nivel y experienci­a en su materia. La mesa está puesta.

Pero por el tamaño de la expectativ­a hay también un riesgo correlativ­o.

Puede elegir toque de bola y buscar el empate, pero parece que va por el jonrón

Riesgo de que los grandes cambios no sean notorios; riesgo de que, tras décadas en la oposición, el nuevo gobierno se dé cuenta de que gobernar es un asunto muy distinto. Riesgo, sobre todo, de decepciona­r a quienes vieron en él la única alternativ­a al fracaso económico, social y de seguridad de las últimas administra­ciones, y que bien podrían buscar una opción extrema en la próxima elección presidenci­al.

Por usar una analogía beisbolera, deporte que tanto le gusta el nuevo presidente: estamos en la parte baja de la novena. Le toca a él el turno al bat. La casa está llena. El público corea su nombre. El entrenador le da la señal. Puede elegir entre dar un toque a la pelota y buscar el empate en el marcador. O puede buscar el jonrón que le dé la vuelta al resultado. A juzgar por sus palabras, irá por lo segundo.

Y ojalá que conecte con la pelota, así se tarde algunos lanzamient­os en lograrlo. Porque México no aguanta un ponche más.

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