Homenaje. Recuerdan el legado de Rivas Souza
Reconocimiento. Con guardia de honor y recordándolo, la UdeG lamentó la muerte del decano
A lo largo de su vida se dedicó a estudiar la muerte y sus causas, sin duda sabía que en algún momento ella lo alcanzaría y entonces habría quienes se dedicarían a estudiar su vida, sus aportes, sus teorías; su legado en materia forense. Mario Rivas Souza, Doctor Honoris Causa, dejó de vivir el pasado martes 27 de noviembre a la edad de 92 años, este viernes, autoridades le rindieron un homenaje en la que fue su casa de estudios.
Con el gobernador del estado, Aristóteles Sandoval y el rector de la Universidad de Guadalajara, Miguel Ángel Navarro, al frente, así como alcaldes y representantes de diversos sectores presentes, es como comenzó el homenaje póstumo dentro del paraninfo Enrique Díaz de León al hombre que mayor aporte brindó a Jalisco en materia de Medicina Forense.
Para Rivas Souza, era más sencillo lidiar con los muertos, “ellos no mienten”, le decía a los alumnos que le visitaban en las instalaciones de Ciencias Forenses ubicadas en la calle Belén del centro de Guadalajara, que acudían a presenciar una necropsia, pero se quedaban para charlar con él médico que siempre mostraba disposición para una entrevista, una plática o cualquier otra forma de compartir conocimiento.
La imagen que proyectó en vida fue de un servidor público con una ética incuestionable, “nos contó que él le hizo la autopsia del Cardenal (Juan Jesús Posadas Ocampo), que sus dedos estuvieron dentro de los agujeros de las balas, que la agresión fue directa y que era mentira lo que se decía”, recordó Gabriela, estudiante de derecho, “también me acuerdo que nos enseñó las estadísticas de feminicidios y nos dijo que eran de las cosas que lo impactaban, ver muchachitas pasando por el Semefo, pero también dijo que para él los homicidios son violencia tenga o no tenga nombre”.
En el reconocimiento realizado en instalaciones de la universidad con las cenizas de Rivas Souza presentes, mencionaron al científico, al médico, decano y maestro, al ciudadano y servidor público, a la figura de un hombre que en sus manos tuvo los cuerpos de políticos, empresarios, religiosos, ciudadanos y artistas que se confesaron ante él sin decir una sola palabra.