Transformación o destrucción
López Obrador dice que va a transformar a México, si su gobierno disminuye corrupción, violencia, pobreza y mejora las condiciones de vida habrá cumplido. Después de dieciocho años de campaña su personalidad sigue siendo difícil de descifrar, la contradicción entre sus afirmaciones y sus actos generan desconfianza, el apoyo mayoritario que tiene en el Congreso provoca temor, su estilo personal autoritario e intolerante a la vez que ocurrente lo muestra como populista irredento, y su discurso lo exhibe como un político revoltoso no como gobernante racional.
En lo personal no dudo de su buena fe y de su honestidad personal, pero en sus decisiones demuestra que prevalece cierto resentimiento social, cierta superioridad moral (por demostrar), una lectura obtusa de la historia y una visión facciosa de la realidad. Quizá su rasgo más acusado sea su ilimitada ansia de poder.
¿Para qué quiere AMLO tanto poder? Algunos de sus actos han sido contrarios a las leyes, las reformas legales en proceso son para empoderarlo más, la centralización en el ejercicio de sus funciones desafía al federalismo, afecta el funcionamiento de los poderes públicos, corroe las instituciones y fomenta un caudillismo de corte autoritario.
En realidad lo que López O. anhela es que se apruebe una nueva ley constitucional, ¿el país necesita una nueva Constitución? En 101 años los 136 artículos de la Constitución mexicana han sufrido más de 600 modificaciones (en promedio seis reformas por año), los cambios más recurrentes han sido para extender las atribuciones del gobierno federal, incorporar más derechos, ensanchar la regulación en materia electoral, agraria, desarrollo rural, petróleo, educación, trabajo y en crear nuevas instituciones y organismos públicos.
¿Qué cambiaría y qué añadiría el obradorismo a una nueva Constitución? Se incorporarían el derecho al aborto, sanciones a quienes lo impidan, regularía muerte asistida o hasta eutanasia, cuestiones de género, cambio de identidad, siembra y consumo de drogas, y desde luego, fortalecer el estatismo en todos los ámbitos.
Pero su mayor ilusión es que en ese nuevo texto quede plasmado su ideario político y que “su doctrina” perviva en el tiempo. Mientras, y como un ejercicio previo designó a los constituyentes que redactarán su “Constitución Moral”.
Si ese catecismo obradorista fuera algo más que mera retórica, uno de los gurús del morenismo no podría ser director del FCE, y aunque la elegante y humilde afirmación de Taibo “se las metimos doblada” es cierto en lo jurídico y en lo moral, mantener su nombramiento contradice la aparente preeminencia ética que presume AMLO, mina su seriedad y pone en duda la credibilidad de sus palabras.
¿Por qué la supuesta cuarta transformación está inspirada en Juárez, Madero y Cárdenas?
Juárez llegó al poder de manera circunstancial en el inicio de una guerra civil, enfrentó a la Iglesia, luchó contra la intervención extranjera, cohabitó con el gobierno imperial y después pretendió perpetuarse en el poder.
Madero y su familia fueron destacados porfiristas, él mismo le pidió a don Porfirio que lo incluyera como vicepresidente, seguramente el rechazo fue tan despreciativo que escribió un libro y se lanzó a la lucha armada, pero en sus quince meses como presidente fue tan débil como ingenuo, de ahí su triste final.
Con Cárdenas sí existe algo de similitud, desterró a Elías Calles, creo los sectores obrero y campesino como ejes corporativos del PNR-PRM, fue sumamente estatista, pretendió instaurar el socialismo, dejó fracturada la economía y muy dividido al país, de ahí que Ávila Camacho sucesor que él había designado, tuvo que deconstruir buena parte de ese legado.
AMLO tratará de imitar su nacionalismo, política social, consolidación de un partido fuerte para mantenerse en el poder, y sobre todo, sueña que el obradorismo se equiparara con el cardenismo.
Ya veremos la ruta que seguirá el décimo quinto mandatario que asume el cargo de manera ininterrumpida desde 1934, caso único en la historia mundial que en 84 años ningún presidente mexicano electo haya muerto, enfermado, enloquecido, reelecto (ahora sí con doble e), renunciado o haya sido destituido.
En el artículo “Liderazgo ético” (en alusión al papel que le correspondía desempeñar a EPN) de hace seis años, decía que la Constitución de Alemania dispone que el presidente debe jurar que consagrará sus fuerzas al bien del pueblo, a acrecentar su bienestar, evitarle daños, ser justo con todos, cumplir sus deberes escrupulosamente y se implora el auxilio divino.
En esta semana las lecturas derivadas del textos del Apocalipsis (palabra que quiere decir “anuncio de lo que va a suceder”), en la homilía del martes el sacerdote dijo que en términos escatológicos “nada se destruye, todo se transforma”.
En el mismo Apocalipsis, que es el último Libro de la Biblia, y precisamente en su frase final se implora: “Ven ¡Oh Señor Jesús!”.
Ante lo incierto del futuro México necesita el auxilio divino.
¿Para qué quiere AMLO tanto poder? Algunos de sus actos han sido contrarios a las leyes