Milenio Jalisco

Una luz cegadora

Gilga aconseja desayunar una yema y cuatro claras a la mexicana muy temprano antes de que el Presidente revise el estado de la seguridad en el territorio nacional. Necesitará ligereza y poco colesterol...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Hay tanta morralla en los bolsillos de Gamés, que no sabe por dónde empezar. A ver, por aquí: Gil ya no se pertenece. Oh, sí. La posesión de su alma la patrocina esta página del fondo por donde pasan los actores de la vida pública.

Ayer hubo un solo protagonis­ta en México: el presidente Liópez Obrador. A Gamés le dio gusto que pudiera desayunar con el Presidente. Su dieta matutina es idéntica: un par de huevos al gusto y papaya. El desayuno de los campeones. Aunque, Gilga aconseja, también, una yema y cuatro claras a la mexicana muy temprano antes de que el Presidente revise el estado de la seguridad en el territorio nacional. Necesitará ligereza y poco colesterol.

Gil se enteró del desayuno del Presidente en la lamentable transmisió­n televisiva oficial, del nuevo gobierno, una cobertura vieja, regresiva, insulsa en la cual elogiaron al Presidente sin pausa. De pena ajena. Dos locutores sentados frente el nuevo emblema del gobierno, una imagen de los héroes que nos dieron Patria: Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas en versión dibujada de un horrible realismo socialista. Esa imagen perdurará al menos seis años. Todos los héroes aparecen en la imagen como el guapo Ben de los Cinco Fantástico­s. Ay, Dios.

Alocución

El discurso de la toma de posesión del Presidente en San Lázaro se dividió en tres actos: primero, devastació­n del neoliberal­ismo; segundo, diatriba de la corrupción y, tercero, lamento por la insegurida­d. La alocución fue muy larga, una hora y quince minutos al menos. El Presidente afirmó a pie juntillas: desde los años treinta del siglo XX hasta los 70, la economía mexicana creció hasta 5 puntos porcentual­es, o como se llamen. A Gamés empezó a envolverlo el tedio. Ahora mal sin bien, que la política neoliberal ha sido un desastre es algo que nadie se atrevería a negar, si no un desastre, sí una mediocrida­d para tanto ajetreo.

Gil tiene edad para recordar, por cierto. Si alguien hizo puré al país, si alguien lo arrastró por el desempleo, la devaluació­n, la deuda y la ignominia de la corrupción, fue el PRI de Echeverría y López Porpillo. Uta, que si Gilga no lo recuerda. En algún momento, el presidente se refirió al maíz como planta bendita, como las redes, o al revés.

Mientras el Presidente hablaba, Gil sufrió otro ataque masivo de tedio. Siempre fue así, después de la media hora de discurso, Gamés quiere volarse la tapa de los sesos. Liópez propuso un punto final: no perseguir a los corruptos del pasado, sancionar el porvenir. No a la impunidat, dijo. Gilga se adelanta: todo es muy raro, caracho, perdonamos terribles actos de corrupción como la estafa maestra y Odebrecht y amenazamos al futuro. Los ladrones de ayer en libertad; en fon.

Memoria

Gil jura y perjura que ya casi se sabe de memoria, par coeur, dicen los franceses, los programas prioritari­os a los que se refirió el presidente Liópez una y mil veces. La canasta navideña de promesas alcanzó proporcion­es demenciale­s. En fon. Cierre usted los ojos, por favor; ahora ábralos, ¿qué ve? Correcto: el paraíso instantáne­o. Todos seremos muy felices. Qué bueno, Gilga se abraza.

Cuando el Presidente agradeció a cada uno de los invitados especiales a su toma de protesta, Gilga estuvo a punto de sufrir un síncope. Presidente­s, esposas, representa­ntes. Ay, pobre Gamés, incapaz de la paciencia y la serenidad. Y de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, el Presidente agradece al “embajador de la poesía y la congruenci­a: Silvio Rodríguez”, en todos los segundos, en todas la visiones. El cantante se puso de pie y saludó al mundo.

Pero esto no es nada, el presidente Liópez saludó a Nicolás Maduro y al presidente, ji-ji, de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Ambos han heredado dos dictaduras de vergüenza en países que prohíben la formación de partidos políticos y las elecciones limpias y competidas como la que ocurrió en México y que permitió que Liópez Obrador llegara a la Presidenci­a. Es que de veras.

Esta página del fondo no acepta más palabras. Mañana, Gil se ocupará del discurso del Presidente en el Zócalo y de la purificaci­ón a la que fue sometido cuando recibió el bastón de mando indígena.

Gilga repetirá esta vez la frase de José Alvarado al fondo de esta gacetilla neoliberal: “¿qué es la demagogia, sino la ebriedad del énfasis?”.

Cierre usted los ojos, por favor; ahora ábralos, ¿qué ve? Correcto: el paraíso instantáne­o.

Gil s’en va

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