Choque de gigantes
Los dos habían buscado hace seis años los mismos puestos que ahora alcanzaron.
En el 2012 coincidían ambos en un mismo proyecto; ahora hay discrepancias profundas en asuntos torales sobre cómo ejercer el poder público.
Ambos se proclaman como políticos de izquierda, pero parece que hay una izquierda tantito más al otro lado que otra, porque no coinciden al 100%.
Lo cierto es que tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador como el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez llegaron ahora a sus puestos con una abrumadora mayoría, superando por mucho a sus adversarios y ambos se sienten con toda la fuerza constitucional y legitimidad para instrumentar sus respectivos proyectos de gobierno. Eso nadie se los discute a ellos, más bien, son ellos los que quieren probarle al otro qué legitimidad es más legítima.
No será la primera vez que entre presidente y gobernador de Jalisco haya desacuerdos severos, pero parece ser que sí será la primera vez en la que el Ejecutivo federal está decidido a disputar la plaza con un poderoso alfil: el ex candidato a la gubernatura, Carlos Lomelí, delegado del gobierno federal, quien además de poder político tiene un fuerte respaldo económico propio.
En pugnas anteriores entre ambos poderes –al menos en las épocas recienteshabía un virtual abandono temporal del poder central hacia con el estado, reducción de presupuestos y hasta descortesías, pero pareciera que ahora sí habrá más, mucho más que simple indiferencia.
No es casualidad que en menos de tres días el presidente, primero, y el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, después, hayan señalado que Jalisco es uno de los principales problemas en violencia, que es un foco rojo.
De que lo es, lo es, pero lo preocupante será ver cómo es que desde el altiplano querrán atender ese foco rojo, si bajándole a la intensidad... o sustituyéndolo, de plano.
No es casualidad que el presidente y Durazo acusen focos rojos de inseguridad en Jalisco