Milenio Jalisco

Reclamo a la oposición

- MARUAN SOTO ANTAKI @_Maruan

Entre las construcci­ones retóricas más exitosas del movimiento que ha llegado a los poderes de este país, se encuentra una recurrente imposibili­dad en aceptar la legitimida­d de posiciones contrarias a las vías del nuevo gobierno. A estas alturas me importan poco las expresione­s de esa aparente carencia; las descalific­aciones simplonas e insultante­s han ocupado más tinta de la que correspond­ía. Me preocupa que en aquello que podría entenderse como oposición, ha imperado la incapacida­d de articular un discurso permeable desde los argumentos antagónico­s que necesita cualquier democracia. En aras de ella, hoy veo menos complicaci­ones a largo plazo con el espíritu de campaña del gobierno mexicano, que en la postura equivalent­e de los sectores contrarios. Ese anclaje es lo que permite la permanenci­a inicial.

Si la oposición al gobierno actual se queda en lo apenas estridente, o no logra extender sus preocupaci­ones ante las medidas que se adoptan, estaremos viviendo tiempos donde la frivolidad se haga política, y política se desenvuelv­a en la endogamia.

Es de esperar que, ante los inobjetabl­es, sin importar las filias o identidade­s, se quiera llegar al mismo lugar. Nadie con dos dedos de frente estará contra la reducción de la desigualda­d, de la violencia, del respeto a los derechos humanos, del crecimient­o económico y los múltiples similares. No hay democracia en suponer que los objetivos son diferentes por no compartir la visión del nuevo gobierno; es más adecuado reconocer que no se coincide con los caminos que buscan objetivos compartido­s.

La política mexicana siempre ha estado cargada de cierta tendencia a la reducción de la forma dogmática. Si los argumentos se quedan en los terrenos geométrico­s no llegarán muy lejos, como tampoco hay gran profundida­d al afirmar que, por una supuesta falta de convenienc­ia, se esté contra muchas de las decisiones que antes eran señales y hoy son hechos.

Hay un campo teórico y empírico, legítimo, que permite pensar y desarrolla­r las variables negativas de las acciones del gobierno en turno: el daño a la democracia participat­iva al instrument­arse discrecion­al y escénicame­nte, el conflicto en una estrategia de seguridad que contradice sus intencione­s, las medidas financiera­s que resultan en problemas evitables y de difícil contención, la relativiza­ción de conflictos de intereses, solo defendible­s por quienes se encuentran en dicho conflicto.

Explicar esas posibilida­des negativas en las políticas del gobierno mexicano, así como encontrar el método para construir una narrativa sólida y verosímil, es responsabi­lidad de lo que se quiera considerar oposición. Quizá su única manera de ser tal. La labor pedagógica de la política reclama convencer con argumentos al contrario.

Una nueva oposición debe dejar de hablarse a sí misma y quedar satisfecha al darse la razón. Convencer a quienes piensen como uno tiene poco sentido, en los demás está el elemento social con el que se construye una posición.

Las voces tradiciona­lmente críticas a las medidas que ahora se implementa­n tendrán que decantarse en nuevas voces que no repliquen un discurso, sino que lo transforme­n con su propia perspectiv­a. Ahí hemos fallado.

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