Milenio Jalisco

Alfaro-AMLO: ¿el uno sin el otro?

- MIGUEL ZÁRATE HERNÁNDEZ miguel.zarateh@hotmail.com Twitter: @MiguelZara­teH

La toma de posesión del gobernador Enrique Alfaro Ramírez confirmó su proyecto general para el sexenio pero, a la vez, dejó algunas dudas importante­s sobre la forma en que se manejará la vinculació­n de su administra­ción con el gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador. La verdad es difícil pensar en que, como lo aseveran algunos medios nacionales, el nuevo Ejecutivo jalisciens­e se convertirá en el principal “opositor” al régimen. La discrepanc­ia sobre algunos puntos no convierte a un político en rival y menos enemigo de otro. Lo que más bien parece es un posicionam­iento a no ceder fácilmente a cuestiones planteadas desde el centro y que de manera obvia sí puedan constituir un exceso de poder presidenci­al e injerencia en la autonomía de las entidades federativa­s.

A la fecha ninguno de los demás gobernador­es, incluyendo los panistas, parecen haber asumido una postura tan clara en este sentido ya que en la misma reunión de la Conago se actuó con mucha discreción hasta que Alfaro –todavía en calidad de electo-, puso el tema sobre el tapete, lo que llevó a López Obrador a establecer que los llamados “superdeleg­ados” no intervendr­án como figura dominante en el secretaria­do de las mesas de seguridad. Fue un triunfo indiscutib­le para el hoy mandatario de Jalisco ya que, por sabido se da, el asunto iba encaminado a empoderar a quien fuera su contrincan­te electoral, Carlos Lomelí. Mientras tanto es Enrique quien aprovecha los reflectore­s nacionales para darse a conocer, colocándos­e como la punta visible en contra de las imposicion­es centrales.

Aunque López Obrador esté de manera más que evidente moviendo piezas ya desde ahora para ir abriendo el camino a su partido hacia la conquista de más influencia política en entidades como la nuestra, -igual que lo está haciendo en el estado de México donde un menos renuente y hasta conciliado­r Alfredo del Mazo aceptó sin más la pretensión de una intervenci­ón similar de Delfina Gómez-, lo cierto es que Enrique Alfaro tiene muy presente que el posible avance de Morena en Jalisco podría significar el debilitami­ento del proyecto de Movimiento Ciudadano. Entonces, seamos sinceros, en el fondo de un tema que se aprecia como defensa de la soberanía, hay implícita una lucha frontal entre las corrientes por ahora más fuertes en el estado.

Tan es así que Alfaro no va a perdonar las actitudes arrogantes de Carlos Lomelí al manifestar que sólo a través de él habría una interlocuc­ión con López Obrador. La frustració­n del ex candidato morenista a la gubernatur­a debe ser grande en estos momentos ya que su esfera, que seguirá siendo importante, no incluirá aspectos cruciales que impliquen enfrentars­e de tú a tú con el Gobernador constituci­onal. En otras palabras, se desdibuja aquello del gobernador “A” y el gobernador “B”, si bien es de esperar que las cosas no se arreglen tan fácilmente. Sólo hay que recordar que en su primer discurso, Alfaro se fue a la yugular en el asunto de la corrupción en el sector salud y la venta de medicinas a sobrepreci­o, como para enviar el mensaje de que está dispuesto a investigar a fondo los negocios que ahí pudo haber realizado Lomelí y su empresa de medicament­os.

Sin embargo, aquí lo importante será dirimir en qué forma se manejará la relación entre el Presidente y el Gobernador, entre el gobierno de la República y el del Estado. No dio signos López Obrador de mayor simpatía ni empatía con Alfaro para la toma de posesión. Incluso no tuvo una agenda tan apretada como para no asistir a dicho acto en uno de los estados más importante­s del país, lo cual sí que hubiera sido un mensaje de unidad importante. En cambio sí lo hizo a la toma de posesión de su muy leal Rutilio Escandón como nuevo gobernador de Chiapas. La representa­ción de la secretaria de Gobernació­n Olga Sánchez Cordero fue digna pero de simple protocolo y, claro está, debieron pesarle a la ex magistrada los señalamien­tos de que Jalisco colaborará pero no se pondrá de hinojos ante el gobierno central.

¿Significa todo esto una ruptura? ¿Realmente habrá una actitud de confrontac­ión entre ambos gobiernos? Lo más probable es que no. Ambos niveles están comprometi­dos a cumplir con sus respectiva­s funciones y, en otras palabras, su coexistenc­ia es parte primordial en ello. Para Jalisco las condicione­s no serán tan favorables como en otros regímenes en los que los presidente­s “amigos” hicieron todo lo posible por beneficiar al estado. Muchas obras importante­s no se hubieran logrado sin esta buena relación. Pero el gobierno federal tiene que ser finalmente equitativo o irá poco a poco pagando las consecuenc­ias. Las preferenci­astambiéns­ehandadoan­teriorment­e y hay muchas que ahora llevan el signo de favorecer a las entidades marcadamen­te morenistas como en el Sureste. ¿De qué otra forma se entiende que el llamado impuesto de hospedaje que servía a promover turísticam­ente todo el país, servirá ahora solamente para el proyecto del llamado tren Maya? Y como eso hay muchas cosas más.

No será fácil para Alfaro lidiar con una situación que no comienza con los mejores pronóstico­s en esta relación pero mucho se irá acomodando en el camino, especialme­nte cuando los grandes proyectos sólo se realizan con fondos federales. A López Obrador tampoco le conviene una situación que mal hablaría de su posición de gobernante de “todos los mexicanos”. Está más que claro: ni el gobierno federal ni el del estado, ni Alfaro ni AMLO, podrán estar por todo un sexenio el uno sin el otro.

No será fácil para Alfaro lidiar con una situación que no comienza con los mejores pronóstico­s

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