Línea de negociación
Uno de los puntos sensibles en el funcionamiento de la economía es la relación del gobierno con la iniciativa privada. La tensión y el nerviosismo en los mercados, alentada desde fuera por las medidas intempestivas de Estados Unidos, así como por las promesas y decisiones del gobierno de López Obrador, forman parte de una negociación constante y natural que se da ante los tiempos de cambio. Hay grandes intereses comunes, como el mejoramiento de la economía en su conjunto, así como intereses particulares que se ponen en juego en la relación. Por eso siempre resulta un trato complejo, de idas y vueltas, de presiones y cesiones.
No se trata de una relación maniquea, entre los buenos y los malos, como aparenta en algunas publicaciones periodísticas, sino de una relación con matices en la que resalta una convivencia necesaria y una conveniencia mutuamente deseada, aunque no siempre lograda. La acusación más común es que los gobiernos latinoamericanos favorecieron y favorecen a las grandes empresas en detrimento de la gente, lo cual deriva en enriquecimientos meteóricos, en concentración de la riqueza en pocas manos y en el olvido de las políticas sociales. El reclamo fuerte hoy se concentra precisamente en el sector de los olvidados, los que viven en condiciones de pobreza y que enfrentan precariedades en el subcontinente más desigual del mundo.
Mientras el gobierno de López Obrador anuncia obras de infraestructura y una importante inversión social, la iniciativa privada muestra su preocupación por las fuentes de financiamiento y el costo que representarán los proyectos. Para el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado
(Ceeso) se debe hacer un análisis exhaustivo de los costos y beneficios de los proyectos, ya que temen afectaciones en las finanzas públicas. La preocupación, luego de la polémica del nuevo aeropuerto, apunta al respaldo que tendrán las iniciativas en el presupuesto del año entrante, aunque también señalan su postura favorable a los proyectos sociales.
La invocación de los sectores privados y públicos van hacia dos grandes aspectos: la estabilidad de la economía, por un lado, y la necesidad de cambios que repercutan en lo social, por el otro. Ambas cosas no están peleadas, aunque en los discursos parece que una podría perjudicar a la otra. Los empresarios quieren condiciones para seguir haciendo negocios y la gente espera que una parte de la riqueza los alcance. En ese trance está la delgada línea de negociación que tiene como contexto común un país con la mitad de la población en la pobreza, con uno de los salarios más bajos de América Latina, empleos suficientes y de mala calidad.
El buen pulso del gobierno en esta negociación será muy importante para generar la confianza que se requiere para la radicación de inversiones y el desarrollo de proyectos, así como para hacer que los resultados se traduzcan en beneficios sociales como mejores salarios, mejor distribución de la riqueza y un acercamiento de las oportunidades a los sectores más olvidados. Más que buenos y malos, es tiempo de necesitados.
La tensión en los mercados forman parte de una negociación constante y natural