Milenio Jalisco

Salarios, burocracia y una pésima ley

- CARLOS PUIG @puigcarlos

¿

Cómo se resuelve un caos?

El reciente enredo alrededor de la Ley de Remuneraci­ones tiene que ver con que, desde hace muchos años, muchos, la manera en que los funcionari­os públicos cobran sus salarios es un caos. Y arreglarlo si no se hace con cuidado puede generar peor caos.

La discusión se ha centrado en los salarios del Poder Judicial, que ha concedido la suspensión provisiona­l.

Pero el problema es mayor, como dimos cuenta en MILENIO ayer al hacer el recuento de los quejosos.

La ley aprobada es una iniciativa presentada hace muchos años por un legislador de oposición que, como sucedía en aquellos entonces, nunca fue pensada para ser opera da y hoy se topa con la complicada realidad.

Desde hace tres sexenios, las plazas de base en el gobierno federal son un desmadre. Todos presumen de haberlas congelado, los aumentos son mínimos, y por otro lado se han encontrado mil maneras para, por un lado, ganar mucho más y por el otro que el gobierno siga funcionand­o.

Pongo un ejemplo que he conocido de varias dependenci­as en estos días. Muchas, imposibili­tadas de dar aumentos y mantener personal, dieron con otras partidas vales de despensa y gasolina. La nueva ley prohíbe los vales. Trabajador­es con 17 mil pesos de sueldo han perdido tres mil en ingreso, o compensaci­ones por antigüedad o buen desempeño. Al contrario de lo que los nuevos orgánicos de estos días nos quieren hacer creer, comolo dijo ayer Mauricio Merino, la ley no distingue entre grandes y pequeños sueldos,y como suele suceder, los más afecta dos son los de menos ingreso.

Los “congelamie­ntos” de plazas hicieron que desde hace años buena parte de las necesidade­s burocrátic­as se cubrieran con trabajador­es por honorarios —esa gran simulación mexicana—; en la Secretaría de Cultura debe haber más de la mitad que así cobran, la mayoría, por cierto, mucho menos que lo que cobrará AMLO.

Cumplir con la ley y el mandato de Hacienda, que odian los honorarios, haría imposible operar.

Eso sin mencionar el problema constituci­onal sobre reducir salarios en medio de un encargo y otras contradicc­iones.

El caos no se arregla con más caos ni con señalamien­tos flamígeros. Hagan bien la ley, nada más.

La legislació­n aprobada nunca fue pensada para ser operada

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