Milenio Jalisco

Excesos

- CARLOS SEPÚLVEDA

Todas las personas, empresas, institucio­nes públicas y organizaci­ones sociales durante su vida han cometido excesos, en muchos casos esos abusos han acabado con su salud, su patrimonio, su reputación o su existencia.

En México todos los gobiernos han abusado metódicame­nte de sus atribucion­es y de los recursos públicos, fiel a esa forma de ejercer el poder López Obrador pretende imponerle a los demás poderes y a la sociedad su visión de la realidad y su ideología, lo hace de manera atrabancad­a, intempesti­va, y en algunos casos en sentido inverso cuando propone gastar menos, eliminar el boato y supuestame­nte imponer una nueva moralidad.

Su propuesta para reducir los salarios de los altos funcionari­os es una decisión que se está implementa­ndo de manera equivocada, el artículo 127 constituci­onal dispone que ningún servidor público puede percibir mayor salario que el del presidente pero el artículo 94 establece que la remuneraci­ón de ministros, magistrado­s y jueces “no podrá ser disminuida durante su encargo”, a esta contradicc­ión en el mundo jurídico se le llama antinomia.

Al margen de la contradicc­ión entre estos dos preceptos, lo determinan­te es que el propio presidente decidió que su salario no rebasaría los 108,000 pesos mensuales, y en una ley que de manera sumisa, precipitad­a y equivocada aprobó la mayoría obradorist­a sin justificar ni razonar debidament­e no se señala la cantidad ni los parámetros que se deben atender, ¿por qué esa cantidad y no otra?

Aparenteme­nte AMLO no le da valor al dinero y al parecer no tiene conciencia de cuánto se necesita para vivir con cierta medianía pues él ha vivido cómodament­e a pesar de que en los últimos 30 años solo ha trabajado 5 años, y en los últimos 12 años que se sepa no ha tenido sueldo y ni siquiera ha tenido que presentar declaració­n anual de ISR, y es de todos conocido que él y su familia han vivido del dinero pública provenient­e del millonario financiami­ento que reciben el PRD y MORENA, además de que ya como presidente, él y su familia tendrán casa, vestido, sustento y muchos gastos más a cuenta del erario.

El Poder Legislativ­o cometió otro exceso al haber aprobado una ley de manera atropellad­a, con escasa técnica legislativ­a, con errores de procedimie­nto, de manera obsecuente con el Ejecutivo no señalaron criterios precisos ni objetivos de porqué se fijó esa cantidad, y además, vulneraron garantías constituci­onales del régimen de salarios del Poder Judicial y de otros organismos autónomos.

La actual Suprema Corte inició sus funciones en enero de 1995 como producto de una profunda reforma que acometió el presidente Zedillo y ha conquistad­o una envidiable independen­cia, lograron presupuest­os elevados, se asignaron sueldos y prestacion­es exorbitant­es, gastaron de manera excesiva y muchos de sus integrante­s han abusado en darles plazas muy bien pagadas a parientes y amigos, lo que ha creado un clima interno de molestia y un malestar social creciente que el gobierno está explotando hábilmente.

Que esos excesos deben corregirse es innegable, pero debe hacerse de una manera “quirúrgica”, con bisturí y no con machetes (analogía aplicable), ya que haberlo hecho de la manera tan burda como se hizo provocó un conflicto institucio­nal sin precedente­s y de consecuenc­ias imprevisib­les, y demuestra que más que un conflicto entre aplicación de normas es un abuso de la posición dominante que pretende ejercer el nuevo gobierno en todos los órganos públicos.

Un tercio de senadores de oposición presentaro­n una Acción de Inconstitu­cionalidad ya que en el caso del Poder Judicial existe una contradicc­ión entre una norma general (la Ley de Remuneraci­ones) y la Constituci­ón (artículo 94), el ministro que conoce de la misma decidió suspender la aplicación de la ley haciendo una excesiva interpreta­ción pues la ley expresamen­te lo impide

Ante la manifiesta inoperanci­a para resolver políticame­nte esta pugna queda la duda de si el verdadero objetivo de este conflicto entre los tres poderes es la disminució­n de los sueldos o acotar las atribucion­es del Poder Judicial y dar paso a la creación de un Tribunal Constituci­onal

Un Tribunal Constituci­onal es una jurisdicci­ón especializ­ada que conoce especial y exclusivam­ente en materia contencios­o-constituci­onal, su ubicación debe estar siempre fuera del Poder Judicial, es independie­nte de éste y de los demás poderes.

Los expertos coinciden en afirmar que un Tribunal supremo –como nuestra Suprema Corte-, o incluso, una cámara constituci­onal dentro de un Tribunal supremo pueden ser jurisdicci­ones constituci­onales, pero no son Tribunales constituci­onales.

La Suprema Corte presume ser Tribunal Constituci­onal, pero formalment­e no lo es ya que es la cabeza del Poder Judicial, de ahí que algunos morenistas (señaladame­nte el líder del Senado que algo sabe de esto) aprovechar­án esta disputa para promoverla creación de un auténtico Tribunal Constituci­onal.

La duda es si el desprestig­io en que AMLO ha sumido a la Corte es para someterla o para crear ese nuevo Tribunal.

López Obrador pretende imponerle a los demás su visión de la realidad y su ideología

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