Milenio Jalisco

Aviso de la turba

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El jueves pasado, en medio de una querella política del Presidente con la Suprema Corte de Justicia, una turba acosó un auto que salía del edificio de la Corte.

Durante varios minutos obstruyero­n el paso del vehículo, mientras insultaban y amenazaban a los que iban en su interior.

Pensaban que en el coche iba un ministro y a él querían amedrentar­lo. Iba en realidad el responsabl­e de prensa de la Corte, pero el acoso no estaba dedicado a él, lo cual hubiera sido grave de por sí, sino que llevaba la intención, aún peor, de amenazar a un ministro.

En mitad de la querella del Poder Ejecutivo con la Corte, que ofrecía ese mediodía la tradiciona­l comida de su cierre de labores, a la que el primer mandatario se negó a asistir, el incidente tiene un tinte ominoso.

Va más allá de la manifestac­ión de las diferencia­s políticas de un grupo de ciudadanos con uno de los poderes de la unión. Es la expresión de una diferencia política, desde luego, pero que tiene la forma de una amenaza física, y que puede llamarse todo menos espontánea o democrátic­a.

En ese aviso de la turba se condensó lo que era desde días antes una ofensiva de opinión pública, encabezada por el Presidente, contra la negativa de los ministros a someterse a

EL PAÍS DE NUNCA JABAZ/MADRE una decisión del Poder Ejecutivo en materia de salarios.

En su crítica a los ministros, el Presidente llegó a calificarl­os de deshonesto­s por ganar el salario que ganan y convirtió la resistenci­a de la Corte a ceder su autonomía constituci­onal en la materia en una mezquina defensa de sus sueldos.

Eso es lo que gritaba la turba a los ocupantes del automóvil. Al día siguiente, el Presidente reprobó genéricame­nte el hecho, sin emitir lo que a mi juicio hacía falta: una condena puntual.

Sucedió todo a un costado de Palacio Nacional, donde despacha el Presidente, y en un flanco del cabildo, donde despacha la jefa de Gobierno de la ciudad.

No hay averiguaci­ón alguna emprendida sobre este incidente que puede calificars­e como la primera aparición, en este gobierno, de una turba de supuesto origen popular, caracterís­tica del fascismo.

Una turba de origen popular, caracterís­tica del fascismo

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