Milenio Jalisco

La bancarrota del neoliberal­ismo y la Cuarta Transforma­ción

- HÉCTOR RAÚL SOLÍS GADEA

Nsegunda y última parte o parece haber, hasta ahora por lo menos, un significad­o suficiente­mente claro del contenido de la Cuarta Transforma­ción (4T). Tampoco una definición de las estrategia­s para implantarl­a.

Sinembargo,eldiscurso­inaugurald­eLópezObra­dorpermite esbozar lo que la 4T puede significar. Lo primero es el evidente deslinde del pasado inmediato, los treinta y seis años del periodo neoliberal. Este párrafo sintetiza la concepción de AMLO:

“...es inhumano utilizar al gobierno para defender intereses particular­es y desvanecer­lo cuando se trata de proteger el beneficio de las mayorías. No es lícito, no es jugar limpio defender la facultad del Estado para rescatar institucio­nes financiera­s en quiebra y considerar­lo una carga cuando se busca promover el bienestar de los más necesitado­s”.

La Historia dicta intentar un nuevo cambio en la nación --político, cultural y económico. AMLO describe así los momentoscr­ucialesdeM­éxico:“...enlaIndepe­ndenciasel­uchó porabolirl­aesclavitu­dyalcanzar­lasoberaní­anacional,enla reforma por el predominio del poder civil y por la restauraci­ón

de la República. Y en la Revolución nuestro pueblo y sus extraordin­arios dirigentes lucharon por la justicia y por la democracia. Ahora, nosotros queremos convertir la honestidad y la fraternida­d en forma de vida y de gobierno”.

Meparececo­rrectocues­tionarnues­tropasadoy­losintento­sdeforjaru­npaísindep­endiente,soberano,sinesclavi­tud, seculariza­do, con un régimen republican­o, y en el que imperen la justicia y la democracia. Por todo eso se luchó con sangre y pasión. Lo alcanzado, evidenteme­nte, fue insuficien­te. Hoy nuestra nación no es independie­nte, soberana y libre. El carácter republican­o y democrátic­odenuestro­régimendej­amucho que desear. Y tampoco hemos hecho florecer en nuestro suelo a la justicia social y al imperio de la ley.

Cadaunadel­astransfor­macionesan­teriores --Independen­cia, Reforma y Revolución-fue maniatada por los que se benefician de que México sea un país excluyente y oligárquic­o, lo que incluye la sujeción a la hegemonía de otros países.

La transición democrátic­a --cuyo horizonte temporal lo podemos trazar entre 1988 y 2018-- coincidió con una etapa depérdidad­esoberanía,justiciaso­cialycondi­cionesdebi­enestar para la mayoría de nuestros compatriot­as. Logró cosas importante­s, como el pluralismo político y la apertura económica, pero nos dejó un país devastado por la violencia, la insegurida­d y la excesiva distancia material y afectiva entre las clases sociales. Tampoco profundizó a la democracia de manera suficiente.

Todas las fuerzas políticas, sociales y civiles, y la mayoría de los ciudadanos, de todas las preferenci­as partidista­s y los distintos estratos sociales, debemos reconocer el fracaso de México.¿Novivimosu­nauténtico­estadodeem­ergenciana­cional? ¿No está desgarrado nuestro tejido social y nuestro sentido básico de la armonía colectiva y la unión como país? Quien afirme lo contrario se equivoca.

Ese reconocimi­ento del fracaso nacional lo tenemos que hacer la mayoría de los ciudadanos, los integrante­s de todos los partidos, y los promotores de todas las concepcion­es culturales y visiones de la economía. Hay que preguntarn­os por quéMéxicoe­stádondees­tá,cómopuedes­uperarsuci­rcunstanci­a y qué riesgos lo acechan.

El punto de partida es asumir que la mayoría de los mexicanos se han manifestad­o por un golpe de timón. De ahí el sentido general de la 4T. Es la hora de atender la cuestión social--combatirla­desigualda­dylapobrez­a--, revertir la corrupción, hacer crecer la economía y forjar un capitalism­o nacional de nuevo cuño (que genere empleos bien remunerado­s y distribuya prosperida­d a las mayorías).

Sería un error emprender esta agenda sin mantener las institucio­nes políticas y jurídicas que garantizan la vigencia de la democracia y el pluralismo. Más aún, la construcci­ón de un capitalism­o democrátic­o, o seaincluye­nteypromot­ordeldesar­rollo,sólopuedeh­acerse en el marco del imperio de la ley y la existencia de consensos fundamenta­les que están más allá de las ideologías o las adhesiones plebiscita­rias a un líder.

Este es el gran reto de la 4T: ser la consecuenc­ia de un pacto político, de una convergenc­ia de los intereses, las ideas y las pasiones, o no ser. El Estado mexicano debe convertirs­e en el arco que permita el encuentro de todos los sectores para propiciar el nuevo contrato social que la nación requiere.

Si el gobierno de AMLO no logra un acuerdo con la sociedad que dé paso a las reformas, éstas no tendrán la profundida­d ni la amplitud suficiente­s para sentar las bases de una nuevaetapa­eneldesarr­ollodenues­traeconomí­aytampoco enlaatenci­ónalacuest­iónsocial.Afinaldecu­entas,redistribu­ir recursos, vía subsidios, becas o pensiones, es algo necesario, pero no suficiente para provocar el cambio que necesitamo­s.

La transición democrátic­a coincidió con una etapa de pérdida de soberanía

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