El diablo sabe lo que hace
El mejor truco del diablo es hacernos creer que no existe, pero el capitalismo salvaje, que el neoliberalismo está compuesto por hermanitas de la caridad y que la explotación del hombre por el hombre, además de la de pobreza, es un mito genial. Esto es lo que uno puede colegir después de una sabrosa zambullida en las redes sociales: primero, que la pelea del Canelo fue contra un bultazo que ni Kahwagi hubiera podido reclutar (y todavía los expertos en box explican que debido a su contrato multimillonario de 11 peleas va a tener que pelear con bultos y esperan que las veamos); segundo, que ahora México crece una nueva categoría social de dudosos personajes que se pavonean diciendo “No me gustó Roma”, como si eso los hiciera de alguna manera admirables y dignos de aplauso.
Pero lo que es explicable pero no deja de asombrar es que los grandes trabajadores de la resistencia anticuarta transformación no la componen ni los analistas financieros que adoran los fondos buitre ni quienes detentan los medios de producción, ni mucho menos aquellos inversionistas golondrinos que se sienten Gordon Gekko en Wall Street, sino clasemedieros que ni en sus más alucinantes sueños guajiros serán tenedores de bonos del Nuevo Aigriopuerto, pero que defienden el comportamiento de agiotistas de Pepe El Toro a quienes sí los tienen y que quieren cobrar réditos como si hubieran invertido en los aeropuertos de Doha, Singapur, el Charles de Gaulle y Heathrow al mismo tiempo. Hay gente malvada que piensa que entre los tenedores debe haber políticos y ex funcionarios del peñismo; la verdad, lo dudo, no serían capaces.
Bueno, incluso ante la simple mención de un leve llamado a la iniciativa privada a replantear sus políticas salariales, salta una godiniza muy curiosa que se muestra refractaria a la lucha de clases, y que se manifiesta en contra de que siquiera se mencione que los altos ejecutivos de la iniciativa privada moderen sus emolumentos para que los Homero Simpson del Sector 7 G ganen más de tres pesos por mil horas de trabajo.
El diablo anda suelto.
Hay gente malvada que piensa que entre los tenedores debe haber políticos del peñismo