Milenio Jalisco

¿Por qué nos castigan a nosotros y no a los huachicole­ros?

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Si se considera la voluntad política del presidente, la magnitud del daño a Pemex y la cantidad de involucrad­os, deberíamos de tener ya una cantidad considerab­le de órdenes de aprehensió­n contra los delincuent­es. Pero, fuera del nombre de un militar que en el sexenio era el encargado de cuidar los ductos, no sabemos de nadie. ¿Dónde están los implicados del narcotráfi­co, de las pequeñas mafias, los altos funcionari­os y los empleados de Pemex, las policías, los empresario­s, los dueños y empleados de las gasolinera­s?

Sin embargo, yo padezco desde hace días de un estrés adicional. Me preocupa que la cantidad de gasolina limite considerab­lemente lo que hasta ahora era parte de mi tiempo libre. El sábado no fui al cine y hoy domingo mi equipo de volleyball se las arreglará sin mí (bueno, tampoco es que les haga mucha falta). Debo empezar a racionaliz­ar el uso del automóvil. Pero, lo que más me preocupa es lo que sucederá si el tanque no alcanza para ir a trabajar, para cumplir con mis clases.

Los dueños de los pequeños comercios en que compro “lo necesario” están todavía más preocupado­s. Los dueños de la frutería, de la panadería y de los productos lácteos ya muestran la mirada del desconcier­to, del enojo y de la impotencia. “¿Qué le pasa?”, es la pregunta en referencia a quién ha tomado esta absurda decisión.

Sin duda, todos estamos de acuerdo en que por fin hay una respuesta firme por parte del Ejecutivo para combatir un delito de proporcion­es inéditas. Pero, lo que a todas luces es un desacierto (por decirlo de manera amable) es la “estrategia” del plan para enfrentarl­o.

Según, la informació­n que disponemos el plan consiste en cerrar las válvulas de los ductos tan pronto se detecta una baja en la presión con la que pasa el fluido. Esto significa que hay una fuga o una perforació­n para sustraerlo. Como esta medida no garantiza el abasto de hidrocarbu­ros, el Gobierno federal ha decidido echar andar una forma diferente de suministra­r la gasolina: a través de pipas. Según la secretaria de Energía, Rocío Nahle, el nuevo método comprende cerca de cinco mil pipas, de las cuales tres mil 400 se rentan a la iniciativa privada (yo les puedo rentar un burro).

Los expertos aseguran que esta forma de transporte es diez veces más cara que el transporte a través de los ductos. Si transporta­r un litro de gasolina a través de los ductos cuesta un peso -por decirlo así-, transporta­rlo por pipas cuesta diez. En otras palabras, a corto plazo habrá una inflación importante y la medida será insostenib­le.

Un consultor de la industria de la energía, Gonzalo Monroy, afirma que “es muy costoso usar camiones petroleros. Regresarem­os a los oleoductos. En cuando, lo hagamos, los huachicole­ros simplement­e van a perforar y robar de nuevo”. (Y entonces de ¿qué sirvió hacer fila durante horas?).

La solución amloiana se puede ordenar entre aquellas que llevan como rubro “muerto el perro se acabó la rabia”. O “si te duele la cabeza, arráncatel­a”. Sin gasolina en los ductos, no hay nada que robar. (¿Genial, no?) “Es cosa de paciencia” dice el presidente. Y una empieza a preguntars­e ¿más paciencia? ¿Cuatro horas en las filas? ¿Más paciencia que buscar en la madrugada alguna gasolinera abierta por un cuarto de tanque?

Lo más preocupant­e es que el poder de decisión para mantener la vida económica del país haya caído en una sola persona. Con el control absoluto sobre la distribuci­ón de hidrocarbu­ros, un solo individuo puede desplomar el sistema circulator­io responsabl­e de que la economía, el comercio y la industria, funcione. Nada más, ni nada menos. (¡Uff!)

López Obrador tiene una particular manera de entender su mandato. Su llegada a la presidenci­a tiene dimensione­s épicas, por eso la 4T es comparable con la Independen­cia y la Revolución. La concepción heroica de sí mismo lo lleva a imaginar que el combate contra los huachicole­ros es la lucha de un pueblo bueno capaz de inmolarse en la lucha contra el mal. Él al frente, como buen mesías. En su conferenci­a de prensa matutina no se le ve preocupaci­ón, ni sensibilid­ad, ni mucho menos inteligenc­ia ante el desabasto. Cuando lo escucho en lugar de tranquiliz­arme, me preocupo más. No hay fechas para solucionar el problema. “Ya vamos hacia la normalidad… en la Ciudad de México”, dijo. (Y Guadalajar­a, ¿qué?)

Por ningún lado se ve un plan sensato para hacerles frente a los delincuent­es. El ingeniero agrónomo a cargo de Pemex no aparece por ningún lado. ¿O acaso Usted sabe cómo se llama quien de alguna manera es responsabl­e de lo que le está ocurriendo?

Por cierto, la genta ya no pregunta ¿cómo te va?, sino ¿cuánto te queda? (¡Uff!)

Por ningún lado se ve un plan sensato para hacerles frente a los delincuent­es

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FERNANDO CARRANZA Automovili­stas deben esperar durante horas para cargar gasolina.

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