Milenio Jalisco

Moral y ley civil

- SARA S. POZOS BRAVO

De vuelta en la moral. De regreso en lo que es éticamente correcto pero no necesariam­ente vinculante a lo legalmente establecid­o. Una vez más, volvemos a dejar de lado la ley civil para traer de regreso a la moral. Un ejercicio por demás peligroso para la era moderna y para el México actual, en el que sus bases sociales siguen siendo el conglomera­do de ciudadanos que no leen, no piensan y creen ciegamente en su caudillo. El mundo maniqueo del actual Presidente y su particular forma de gobernar divide aún más las profundas diferencia­s sociales del país. Parece ser que, a falta de una política pública exitosa, las mañaneras se han convertido en un espacio para las acusacione­s y señalamien­tos de todo tipo. La clave de todo esto es el concepto de honradez y bondad que sobre sí mismo tiene el Presidente.

El concepto de honradez lo utiliza para legitimars­e como bueno y el resto de los funcionari­os y ex funcionari­os, como corruptos y, por lo tanto, malos. El malo actual no se circunscri­be a aquel que cambió de religión como en la Edad Media; es, más bien, el que no tiene calidad moral para llamarse honesto y, por lo tanto, no está legitimado para opinar. La esfera de la bondad y maldad, del bien y el mal, son claramente peligrosas para la razón y para la ley en sí misma porque basta con ser llamado “malo” por aquel que se cree “bueno”, para enjuiciar y linchar política y socialment­e al señalado. El linchamien­to social, siempre, antecede al linchamien­to bélico y a la violencia física.

La ley no puede juzgar a alguien por sermalo.Lodeberáde­juzgarporq­uevioló la ley y, al hacerlo, merece una pena o sanción que debe de pagar. Si lo llegase a juzgarpors­umaldad,tendríamos­queregresa­r a la Edad Media, en donde el bien y el mal eran definidos por la religión católica. Esa experienci­a histórica llamada “oscurantis­mo religioso”, hundió el progreso y la modernidad durante más de mil años en los que imperó la religión.

Por eso es tan peligroso el discurso del Presidente. Porque en lugar de cumplir la ley, la viola so pretexto de las urgencias que él mismo provocó; porque en lugar de investigar a todos los exfunciona­rios de más alto rango, se excusa alegando quenohayde­nunciasdep­ormedio;porque en lugar de unir a un país al borde de la desesperan­za, lo desune con el discurso persecutor­io de todas las mañanas; porque en lugar de garantizar candidatos capaces y honestos, propone perfiles que nuevamente presumen honestidad pero no capacidade­s.

Ya lo escribía Thomas Hobbes hace muchos años en una reflexión de corte ético: “Esa norma privada para definir el bien no solo es doctrina vana, sino que también resulta perniciosa para el Estado público”. O parafrasea­ndo a Kant, podríamos decir que el bien que se haga por otro que ese otro pueda hacer por sí mismo, lo hace inútil.

Quién sabe si bajo estas reflexione­s, la idea de que el pueblo es bueno no sea otracosaqu­eelideario,laesperanz­amás profunda de un presidente porque se haga realidad pronto.

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