Milenio Jalisco

Una puerta

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com @RPerezGay

He vuelto a los cajones y las maletas de papeles viejos. Perdón por la insistenci­a. No sé qué busco, pero algo busco, lo sé. Encuentro notas escritas por mí años atrás. El departamen­to de la calle Cadereyta esquina con Tamaulipas, en la colonia Condesa, nuestra guarida durante mucho años, se transformó en otra cosa, un restaurant­e de nombre árabe. Donde yo dormía hay mesas. Donde era el baño, mi baño, se guardan los blancos del restaurant­e.

Me siento en una mesa. De inmediato, como si abriera una puerta, veo caminar a mi padre por la sala del departamen­to en el cual ahora hay meseros ajetreados. Entre más busca el éxito mi padre, los reveses de la fortuna son mayores y más crueles; mientras más cerca se siente de una victoria, más lejos se encuentra de ella. Mis papás habían cumplido 60 años y yo estrenaba noches y cantinas a los 20.

En las fotografía­s que guardan estas maletas aparece mamá, una mujer de 60 sin más porvenir que hacer el quehacer, la cocina, la atención a sus hijos y la espera: algo espera, pero no sé qué. La veo desde la mesa que he tomado en el restorán: mi mamá va de la cocina al comedor.

Miren lo que encuentro en esta maleta. Cuando mi papá murió, dejó en un clóset, unidas por dos ligas gas- tadas, una colección de agendas. Su vida puesta en breves claves y entradas, desde 1957, año en yo nací, hasta 2000. Busqué en la agenda de 1977. Yo 20 años y él 60. No diré que me asombró, pero encontré esta declaració­n de la derrota. “El tiempo se fue. No hice nada”, y luego estos signos: “0 $”. Es decir que estaba en la quiebra de quiebras. No tenemos en que caernos muertos, decía mi papá, y tenía razón.

En esas agendas todo tenía una breve noticia: amigos, mujeres, sueños puestos bajo la forma del negocio extraordin­ario. Una entrada del año 1980, cuando mi papá cumplió 63, decía así: “todo terminó”. No sé a qué se refería. Hay cosas que nunca se sabrán.

Ya dije que escribo estas notas en la mesa que se encuentra exactament­e donde yo dormía. Decido poner por escrito estos vagos recuerdos. Apenas caben en mi memoria la casa, los espejos, la sopa de fideo. Todo se evapora y da lugar a nuevos sueños.

Todo se evapora y da lugar a nuevos sueños

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