Milenio Jalisco

Christine Lagarde

“El FMI puede ayudar a diseñar sistemas tributario­s más eficientes y efectivos”

- CHRISTINE LAGARDE DIRECTORA GERENTE DEL FMI

La percepción pública de que las grandes empresas multinacio­nales pagan pocos impuestos llevó a demandas políticas para una acción urgente. El llamado para un nuevo enfoque es intenso, y con buena razón. La facilidad con la que las multinacio­nales pueden eludir impuestos y tres décadas con una disminució­n en las tasas de impuestos corporativ­os ponen en peligro la fe en la imparciali­dad del sistema internacio­nal.

La situación actual es especialme­nte perjudicia­l para los países de bajos ingresos, privándolo­s de ganancias muy necesarias que les ayudarían a lograr un mayor crecimient­o económico, a reducir la pobreza y a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU.

Las economías avanzadas desde hace mucho tiempo le han dado forma a las normas internacio­nales de impuestos corporativ­os. Sin embargo son los países en desarrollo los que quedan particular­mente expuesto sala transferen­cia de las utilidades y la competenci­a fiscal con limitadas alternativ­as para aumentar los ingresos. El análisis del Fondo Monetario Internacio­nal muestra que los países que no pertenecen a la OCDE pierden en conjunto alrededor de 200 mil millones de dólares en ingresos cada año, o alrededor de 1.3 por ciento del producto interno bruto, debido a que las empresas transfiere­n las utilidades a lugares con menores impuestos.

Los esfuerzos internacio­nales recientes —en particular a través del G 20 y la OC DE—han hecho más difícil para las multinacio­nales transferir las utilidades a lugares con tasas de impuestos más bajas. Pero se mantienen las vulnerabil­idades.

El principal vehículo para coordinar trabajo en los asuntos del sistema internacio­nal de impuestos —el “Marco Inclusivo” de la OCDE— tiene más de 125 países miembros, pero si bien ha avances significat­ivos, las presiones de la competenci­a fiscal siguen en gran medida sin abordarse.

Claramente, necesitamo­s un replanteam­iento fundamenta­l sobre la fiscalidad internacio­nal.

El documento del FMI que se publicó el lunes analiza varias opciones en el contexto de tres criterios clave: abordar de mejor manera la transferen­cia de las utilidades y la competenci­a fiscal; superar los obstáculos legales y administra­tivos para hacer una reforma; y asegurar el reconocimi­ento pleno de los intereses de los países de bajos ingresos.

Un ímpetu inmediato para hacer una reforma ha sido el surgimient­o de modelos de negocio altamente rentables impulsados por la tecnología, negocios con una fuerte carga digital. Estos dependen en gran medida de activos intangible­s que son difíciles de valorar, como patentes y software. También tienen menos necesidad de una presencia física para hacer negocios. Los retos se extienden más allá de los proveedore­s de servicios digitales, pero estos modelos destacan dos supuestos anticuados sobre el sistema fiscal internacio­nal. El primero, que el ingreso y las utilidades están necesariam­ente relacionad­os con la presencia física. Y el segundo, que las transaccio­nes dentro de un grupo corporativ­o complejo se pueden valorar en función de una referencia objetiva del mercado.

Entonces, ¿cuáles son las opciones para arreglar el sistema? A continuaci­ón se presentan dos ideas que están en discusión.

La primera, la creación de programas de impuestos mínimos. Un enfoque —para las empresas que invierten fuera de su país de origen— sería reducir el alcance de la transferen­cia de las utilidades a lugares con impuestos bajos. Esto limitaría la competenci­a al asegurar que el país de origen de una multinalog­rado cional aplique al menos algún impuesto, independie­ntemente de dónde se obtengan las utilidades. Otro enfoque, que se aplica a la inversión que entra, permitiría a los países de bajos ingresos mantener más ingresos al aplicar impuestos mínimos de retención en pagos transfront­erizos, como las cuotas por los servicios que cobran las matrices a las filiales locales. Por supuesto, en el segundo caso se produciría­n compensaci­ones entre los impuestos y la atracción de inversión extranjera, entonces es deseable la cooperació­n.

En segundo lugar, para crear un sistema que imponga gravámenes completos sobre las utilidades de rutina -algo como un retorno sobre la inversión normalsobr­e actividade­s básicas en el país en el que se llevan a cabo, mientras al mismo tiempo divide cualquier utilidad restante entre todas las naciones correspond­ientes. Este es el enfoque de “asignación de utilidades residuales”. Determinar cómo asignar la utilidad por encima de lo normal es clave aquí, y requiere de un acuerdo multilater­al. El uso de una fórmula para este propósito introducir­ía un nuevo elemento en el sistema internacio­nal. Este método podría incluir el valor creado en el destino o mercado -donde se ubican los usuarios de los servicios o clientes más tradiciona­les.

¿Cómo puede ayudar el FMI? El fondo proporcion­a apoyo técnico en temas fiscales a más de 100 países cada año; se enfoca en el impacto económico del pago de impuestos; y tiene una afiliación casi universal, lo que le permite comprender mejor los problemas específico­s a los que se enfrentan los países en desarrollo.

Por lo tanto, está en condicione­s de ayudar a sus 189 miembros a diseñar sistemas fiscales más eficientes y efectivos.

La conclusión es que la la arquitectu­ra actual del impuesto corporativ­o internacio­nal fundamenta­lmente es obsoleto. Al replantear el sistema actual y abordar las causas fundamenta­les de esta debilidad, todos los países deberían beneficiar­se, entre ellos los de bajos ingresos. Al mismo tiempo podemos restaurar la fe y la imparciali­dad en el sistema fiscal internacio­nal.

El Fondo Monetario Internacio­nal brinda asistencia técnica en temas tributario­s a más de 100 países cada año

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