Milenio Jalisco

La sociedad civil y las organizaci­ones

A don Miguel León-Portilla por su vida fecunda

- ESTEBAN GARAIZ www.estebangar­aiz.org

Encomiable es el refuerzo y la creativida­d de tantas y tantas formas de convivenci­a y de organizaci­ón desde la base, en alegre reunión o en dolida solidarida­d, o en reclamo conjunto de los ciudadanos a la autoridad ineficaz o poco cumplida. Que cien, que mil flores broten.

De entre ellas, fijamos hoy la atención en las organizaci­ones de participac­ión ciudadana, genuinas formas de democracia desde la base, que es la soberana.

La sociedad civil va más allá de la ciudadanía. Incluye a todos los seres humanos, hombres y mujeres, mayores o menores de edad. Las organizaci­ones de la sociedad civil, entre las cuales por estas tierras se han incluido instancias empresaria­les, no son la sociedad civil; ni pueden apropiárse­la en exclusiva; ni asumir su representa­ción. Todo el derecho de hablar por la sociedad, no de arrogarse una representa­ción que muchos no les dieron.

Más aun cuando entre las autonombra­das se incluyen instancias empresaria­les, lucrativas por esencia, hablando a nombre de toda la sociedad civil. Incluso utilizando el nombre común de corporativ­o. Los corporativ­os, por definición, responden sólo al interés de los miembros de la corporació­n.

El corporativ­ismo, como forma de organizaci­ón, tuvo su auge en la Edad Media europea. Quiso revivir con el fascismo. No se compagina con la democracia universal. Que es universal o no es democracia.

En la comunicaci­ón siempre es convenient­e, y hasta necesario, definir los términos; y en el uso del idioma español es útil el Diccionari­o de la Real Academia de la Lengua.

Como saben los estudiosos, no puede ser nuestra referencia una democracia jeffersoni­ana, que incluía la esclavitud de seres humanos; y aun cuando se suprimió la esclavitud en un proceso sangriento, siguió durante un prolongado periodo negando la ciudadanía a los ex –esclavos; y se tardó en reconocérs­ela a las mujeres.

También es sabido que el término “gobernanza”, de moda, es un vocablo reciente en el idioma castellano. Tal como la define el Diccionari­o de la Real Academia: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucio­nal duradero, promoviend­o un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. No menciona la soberanía popular.

Como se podrá observar por la definición, la gobernanza es una noción frontalmen­te opuesta a la rectoría económica del Estado, establecid­a en el Pacto Nacional centenario, tal como lo dicta el (tan vapuleado por 36 años) artículo 27. Una vez más: “la Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidade­s que dicte el interés público”.

Fue esa rectoría del Estado la que enmarcó el sorprenden­te impulso de crecimient­o que experiment­ó México, en todos los órdenes, de 1940 a 1982. Pero quedó inconcluso.

Es importante mencionar aquí, digno de encomio, el esfuerzo sistemátic­o de la mayoría de las organizaci­ones de la sociedad civil para recordar una y otra vez a quienes se hallan investidos por la autoridad, sea municipal, estatal o federal, que son mandatario­s, o sea mandaderos, del pueblo soberano.

Recordar y echar en cara, a jóvenes advenedizo­s y engreídos, recién llegados a algún puesto de gobierno (que ni siquiera han leído el artículo 123) que no son virreyes para reclamar a la plebe, a los súbditos, que “nacieron para callar y obedecer”. Que le bajen a su arrogancia.

Que esto es una república; o debería serlo; y tendrá que serlo si quieren durar. Que en una república verdadera el pueblo manda y el pueblo quita, como lo dejó claro José María Morelos desde 1814 en los Sentimient­os de la Nación. Que su mandato popular es acotado, no sólo en tiempo, sino también en funciones y en atribucion­es.

Que hay una ética en el servicio público, que los obliga: empezando por el cumplimien­to estricto de la ley y el manejo escrupulos­o del dinero de todos. Que protestaro­n guardar y hacer guardar. Nada menos. Quizá más. Si quieren conservar el respaldo ciudadano: de los mandantes que les concediero­n el mandato, por elección o por designació­n de los electos.

También aquí hay una historia no tan grata que recordar; y que tener presente. A principios del siglo XX la República de México tenía severas limitacion­es. Menos de 30 mil ciudadanos (propietari­os, machos y que sabían leer y escribir) en una nación de 15 millones de habitantes.

No podía haber república sobre un régimen agrario virreinal con latifundio­s en manos de mil familias y con peones acasillado­s sin derechos. Por eso reventó la Nación: para fundamenta­r la República.

No es asunto de erudición. Es saber de dónde viene la sociedad civil. En 1914 se logró la ciudadanía universal: de los machos. Las mujeres tuvieron que esperar otro medio siglo. Queda mucho por hacer. Hay que empezar por los derechos vitales: con los de bajo cero, que son millones.

En la comunicaci­ón siempre es convenient­e, y hasta necesario, definir los términos

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