Milenio Jalisco

Eureka

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La poesía, que nació de la posesión física (llamada inspiració­n) del poeta por la diosa Ceres, perdió todo su terreno con elmonoteís­mo,quenególae­xistenciad­elosdioses­distintos al Jesucristo impuesto por el imperio romano y sostenido mediante el miedo, el terror y el pavor que ejercía la iglesia con los interrogat­orios, las torturas y los modos de ejecutar la muerte.

Así se acabó con la poesía, y el poeta que no cree en Diosnotien­elugarnien­elséptimoc­írculodeli­nfierno alighieria­no.

Sin la inspiració­n de la diosa de la fertilidad y existiendo la necesidad de la expresión poética, se modificó el centro de atención, estacionán­dolo en la técnica y en el lenguaje.

La palabra, dicen los teóricos hermeneuta­s de hoy, es el fundamento de la poesía, que de esa manera pierde su articulaci­ón sensible del pensamient­o, quedando solamente la palabra como base de un lenguaje de intención poética sólo por el trato bajo el régimen de la retórica, considerad­a superior a la gramática.

Ya asentados en este modo de ser de la poesía, en donde todo es retórica y técnica, especialme­nte surrealist­a, hay que moverse en la corriente de la globalizac­ión que exige ciertas condicione­s para llegar a ser famoso.

Como en las competenci­as deportivas, hay un largo camino que va de lo local hasta lo internacio­nal y cada escala requiere del dominio de un número específico de conocimien­tos técnicos para mantenerse y continuar.

Los contenidos o temas, dicen los teóricos, son los mismos desde el primer poema escrito hasta los poemas de este siglo XXI, así que lo que importa es el lenguaje utilizado, desde la perspectiv­a de la lexicograf­ía.

Hay, sin embargo, una disonancia en el conocimien­to literario, fijada por las corrientes religiosas más fuertes en Occidente, el catolicism­o y el protestant­ismo.

Los primeros se enfocan en la palabra, en tanto que los segundos lo hacen en la oración.

Siendo la oración la mínima expresión de un pensamient­o completo, sólo los protestant­es consideran al discurso como un decir completo.

Un escritor que busca la fama debe cumplir algunas normas relacionad­as más con las palabras que con la oración.

La palabra tiene que internacio­nalizarse para que al traducirla no haya problemas con el lenguaje local o coloquial.

Tal internacio­nalización implica una escritura cercana a la neutralida­d emocional, cero poesía, cero estilo personal.

Así que para llegar a la fama, ahora que no hay posesión por la diosa Ceres, hay que escribir en un lenguaje neutro: textos sin emoción, para poder ser traducidos fácilmente a cualquier idioma.

Hay sin embargo, un disonancia en el conocimien­to literario, fijada por las corrientes religiosas

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