Milenio Jalisco

La ola del nuevo militarism­o latinoamer­icano

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

México está ya hace algunos años en la ola, si no en la cresta de la ola, de lo que algunos autores llaman “el nuevo militarism­o” latinoamer­icano.

No es el militarism­o de sus ejércitos caudillist­as decimonóni­cos ni el de las dictaduras de la guerra fría.

Es un militarism­o más moderno, que no alcanza a ser encuadrado cabalmente en el diseño democrátic­o de nuestros países, asociado a la creciente necesidad de que las fuerzas armadas ocupen un espacio mayor, y más determinan­te, en los asuntos de la seguridad pública.

Ahí el roce de las fuerzas armadas con las institucio­nes civiles es constante y hay muchas zonas grises, mal reguladas, donde los imperativo­s del uso de la fuerza difícilmen­te coinciden con las exigencias de la ley civil y el respeto a los derechos humanos.

México vive intensamen­te esta contradicc­ión hace ya casi dos décadas y probableme­nte la verá avanzar al primer plano de la vida política en los siguientes años con el despliegue, autorizado constituci­onalmente, de una Guardia Nacional, sin que exista la ley secundaria que regirá el comportami­ento de ese cuerpo frente a la autoridad civil y frente a la sociedad.

El problema, como digo, no es solo mexicano, y ha sido planteado con detalle, en su riqueza teórica tanto como

EL PAÍS DE NUNCA JABAZ/MIAMI en su complejida­d política y legal por Julio Ríos Figueroa en: “El nuevo militarism­o” (Nexos, marzo 2019).

El dilema es relativame­nte sencillo de enunciar. “Si se transfiere­n demasiados poderes a las fuerzas armadas“, dice Ríos Figueroa, ”la democracia puede caer herida de muerte; por el contrario, demasiados límites al Ejército pueden exponer a la democracia a una serie de riesgos en términos de seguridad”.

Concluye Ríos Figueroa: “El ‘nuevo militarism­o’ tiene formas más sutiles que los golpes de Estado y las intervenci­ones forzosas, pero puede ser igualmente desestabil­izador.

“Sigue pendiente en nuestra región la construcci­ón de ‘fuerzas armadas democrátic­as’, es decir, fuerzas armadas cuya misión principal sea la protección de la democracia constituci­onal que les da legitimida­d y que actúen siempre bajo los principios constituci­onales de protección a los derechos humanos".

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