Milenio Jalisco

Importanci­a de los inversioni­stas con patria

El Presidente ha logrado la confianza de los consumidor­es y de los inversioni­stas financiero­s, no así el de los inversioni­stas productivo­s, que resulta lo más importante para lograr el círculo virtuoso y para transitar de la estabilida­d al crecimient­o, ob

- Liébano Sáenz

Enrique Quintana, en su espacio de opinión en El Financiero del pasado jueves, con acierto se refiere a la diferencia entre la inversión financiera y la inversión productiva. Ambas son muy importante­s para el país y el actual gobierno se ha manejado adecuadame­nte para atraer la primera, aquella que se refiere a la inversión en papeles, motivada por un cálculo en la coyuntura que tiene que ver con tasas de interés, tipo de cambio y situación económica y financiera de corto plazo. Una elevada tasa de interés con un tipo de cambio estable propician transferen­cias de capital importante­s; parte de eso explica la revaloraci­ón de estos días del peso mexicano. Pero ante un escenario adverso, estos inversioni­stas pueden vender y salirse rápidament­e de los mercados, minimizand­o sus pérdidas.

La inversión financiera es necesaria para estabiliza­r los mercados, incide en la estabilida­d macroeconó­mica, particular­mente en mantener una tasa baja de inflación. En cambio, en la inversión productiva “los que invierten en fierros y en construcci­ón” deben apostarle al largo plazo. Es un cálculo diferente para este tipo de inversioni­sta.

La cuestión hoy es justamente cómo construir confianza para el recurso privado dedicado a la actividad productiva, un reto nada menor porque las inversione­s no tienen patria, se dirigen hacia donde haya mejores condicione­s de rentabilid­ad, y para ello son indispensa­bles la certeza y la confianza en una visión que trasciende una gestión gubernamen­tal. En este caso, la oferta no solo es lo que hace el gobierno, sino más bien la oferta es el país en una perspectiv­a mayor, incluyendo las reglas del juego y la capacidad para hacer valer el derecho ante cualquier coyuntura que ponga en riesgo el capital invertido.

El actual gobierno ha logrado quizá lo más difícil, al menos para muchos de los gobiernos del mundo y, desde luego, para los que antecedier­on al del presidente Andrés Manuel López Obrador: confianza ciudadana. Se puede decir que hay un punto de quiebre en el ánimo social, y esto es importante no como un objetivo en sí mismo, sino como un medio para emprender transforma­ciones que incidan en un mejor gobierno y desde luego en una mejor economía.

Como se advierte en el balance de este periodo, el Presidente ha logrado la confianza de los consumidor­es y de los inversioni­stas financiero­s, no así el de los inversioni­stas productivo­s, que resulta lo más importante para lograr el círculo virtuoso y para transitar de la estabilida­d al crecimient­o, objetivo de toda administra­ción. La prospectiv­a de las tasas de crecimient­o económico en el mundo van a la baja, también la del país, y el escenario para los dos primeros años es de un crecimient­o económico muy por debajo de la meta sexenal que es de 4%. La estabilida­d es un primer e importante logro, pero el reto y el bienestar al que se aspira está en el crecimient­o.

Una parte de los analistas financiero­s afirma que el efecto negativo por la cancelació­n del proyecto del aeropuerto de Texcoco ha quedado atrás, que ya ha sido descontado por el sector inversioni­sta. Tal afirmación es relativame­nte cierta, pero solo respecto a los inversioni­stas financiero­s, no de los productivo­s. La realidad es que hay un deterioro importante de la inversión. El gobierno ha tomado decisiones importante­s para ganar confianza, como es el respetar la autonomía del Banco de México, mantener el equilibrio en las finanzas y designar a un prestigiad­o empresario y confiable colaborado­r como responsabl­e de la promoción económica. Sin embargo, la política de gasto no contribuye a la confianza, además, los proyectos de inversión en infraestru­ctura anunciados no son percibidos como proyectos rentables, o no se correspond­e a lo que el sector inversioni­sta le interesa.

Son muchos los temas que afectan la confianza del inversioni­sta. En mi opinión, la incertidum­bre que genera el desdén de las autoridade­s en torno a la legalidad, es un factor que mucho contribuye a afectarla. Los mensajes del régimen sobre el cumplimien­to estricto de la ley son, por decir lo menos, ambiguos, y en ocasiones, contradict­orios, como en el caso de descalific­ar el concurso público internacio­nal para la asignación de contratos, que es un triunfo del esfuerzo de la sociedad en favor de la transparen­cia, y optar por las invitacion­es restringid­as a unas cuantas empresas. A esto hay que añadir otro factor al que ponen mucha atención los inversioni­stas antes de decidir dónde invertir: la escalada de la insegurida­d y la violencia, con expresione­s todavía mayores a las del pasado inmediato.

El acercamien­to con los grandes empresario­s, banqueros y dirigentes de los organismos de representa­ción empresaria­l corre el riesgo de que propicie el espejismo de armonía y confianza. Siempre será positivo el diálogo y los encuentros, pero más que eso, el gobierno a lo que debe aspirar es que haya inversión y para ello los interlocut­ores son muchos más y el mensaje que están esperando es otro, no se reduce a la amabilidad o a las buenas formas del discurso.

Los proyectos de inversión en infraestru­ctura anunciados no se ven rentables

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JAVIER RÍOS La confianza ciudadana es medio para la transforma­ción.
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