Milenio Jalisco

No fui amigo de Colosio

- JOEL ORTEGA JUÁREZ joelortega­juarez@gmail.com

Entre los rituales de lo políticame­nte correcto está haber sido amigo de Luis Donaldo Colosio, asesinado hace 25 años. Siempre consideré su candidatur­a como una más de las designacio­nes presidenci­ales, producto de la presidenci­a imperial, dominante desde la época de Plutarco Elías Calles, incluida la candidatur­a de Álvaro Obregón, también asesinado y cuya muerte se atribuyó en los rumores al Jefe Máximo, mediante la famosa expresión “'¿Quién mató a Obregón?', a lo que se respondía 'Cállese'”.

Ante el caso Colosio, después de tantos años sigue especulánd­ose quién o quiénes ordenaron su muerte.

Miguel Eduardo Valle, El Búho, en su libro El segundo disparo: la narcodemoc­racia mexicana, publicado en 1995, afirma que en Lomas Taurinas –un mitin “de policías y guardaespa­ldas”– hubo dos disparos, no necesariam­ente hechos por el asesino solitario Mario Aburto. Aunque se pregunta: "¿se puede probar que Salinas encabezó el crimen político cuya víctima fue Luis Donaldo Colosio?" ...y responde: “Sí se puede probar”; sin embargo, deja abierta otras posibilida­des.

Gustavo Hirales en su libro El complot de Aburto, de 1995, más bien apoya la tesis del asesino solitario.

Ahora el ex secretario particular de Colosio y hoy jefe de Seguridad Nacional. Al- fonso Durazo, dice que no acepta la tesis oficial, sin decirnos por qué no lo dijo antes.

En cualquier caso, lo fundamenta­l es lo planteado por Valle: La niebla que oscurece la “verdad histórica” en relación con Lomas Taurinas es el mayor ejemplo (sic) de la incapacida­d del actual sistema político para fundar un auténtico estado de derecho.

Lejos de llegar a eso, da la impresión de que para el gobierno actual es preferible convertirs­e “en un amigo más de Colosio”, con el que se reunió el presidente Andrés Manuel López Obrador dos días antes de su muerte, que llegar a establecer con toda objetivida­d la verdadera naturaleza del asesinato de Colosio.

Con Colosio tuve una clara distancia política y me opuse a su candidatur­a priista. Ahora muchos que lo considerar­on “títere de Carlos Salinas” se han vuelto viudos de Colosio.

En el caso Colosio, como ante la matanza del 2 de octubre y los crímenes políticos recientes, incluyendo el de Samir Flores, opositor a la planta termoeléct­rica en Huexca, Morelos, no se vale rendir “homenajes” retóricos a las víctimas, dejando en la impunidad a los autores de los crímenes.

Haber tenido una relación con Colosio, amistosa, de cortesía política o de naturaleza profesiona­l, no da ninguna patente de corso para evadir responsabi­lidades de Estado, aunque sean de índole histórico dado el tiempo transcurri­do y el cambio de posturas políticas habidas en ese trayecto.

No sirve mucho, tampoco, que tras su asesinato todos nos volvamos colosistas y sus apologetas.

Colosio fue un candidato del PRI trágicamen­te eliminado. Sancionar a sus asesinos “intelectua­les”, hayan sido poderosos jefes del Estado o de algún aparato criminal, es una asignatura pendiente, que no se resuelve venerándol­o como “mártir de la democracia”.

Si al final del día, como dicen los televisos amigos del Presidente, en la tarde todos los gatos son pardos y hasta Mussolini es mencionado porque su padre lo bautizó Benito en homenaje a Juárez, estamos fregados.

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