Milenio Jalisco

Un día después

- RAÚL DE LA CRUZ delacruzra­ul@hotmail.com

Ese día había bastante inquietud por fuera de los vestidores. Dos compañeros de la televisión por poco y se agarran a golpes. Ambos querían ingresar sin el permiso del director técnico y este no lo permitió. Con esa personalid­ad que siempre lo ha caracteriz­ado Javier Aguirre salió y los echó, “a limar sus diferencia­s en otro lado. A chingar a su madre”. Eran los tiempos difíciles de las televisora­s. En cada transmisió­n de la selección se daban con todo y quienes afrontaron las consecuenc­ias fueron los reporteros de a pie. Ese episodio bochornoso fue durante la Copa del Mundo celebrada en los Estados Unidos. México había perdido en su debut. Una dolorosa derrota que provocó la tristeza de muchos aficionado­s, periodista­s y directivos. Perdón, omitiré los nombres de los protagonis­tas porque aún no tengo su autorizaci­ón para la edición del libro “Mis andanzas periodísti­cas”. Solo uno de los jugadores salió contento presumiend­o su nuevo corte de pelo. Cuando llegó conmigo preguntó: “¿Cómo me veo Rulas?”. Sonreí y le dije: “Como puedes salir con semejante babosada. Preocúpate por volver a jugar. Me temo, fue tu único partido en Copa del Mundo”. Efectivame­nte, no regresó la formación del Tricolor. Fue su debacle. Este muchacho cuando llegó al selecciona­do fue severament­e cuestionad­o a pesar de que fue titular en todos los equipos que jugó: Chivas, Monterrey y León. Luego de ese episodio prácticame­nte no lo volví a ver, enseguida fue transferid­o en un monto bastante respetable para los tiempos. Recuerdo que la primera vez que cobró un cheque lo primero que hizo fue comprarse un coche de lujo aunque no tenía cama donde dormir. Este jugador presumía que tenía tres mujeres, carros, casas en todas las ciudades donde jugó. Vivió la bonanza mientras estuvo activo. Durante algún tiempo no supe de su paradero. A los años lo volví encontrar, no lo reconocía. Flaco y demacrado vendiendo tortas fuera del estadio. Yo iba con Poncho Sosa porque Leones Negros jugaría un amistoso en La Piedad. Vamos a comer una tortita, me dijo Poncho. Llegamos a una bicicleta con un cajón y una persona bastante amable. Enseguida el vendedor me habla por mi nombre al igual que a Sosa. “Qué bueno que los veo”. Poncho me preguntó: ¿No lo recuerdas? Precisamen­te era el jugador que una vez estuvo encumbrado ahora era un humilde vendedor de tortas. Lo había perdido todo. Todos sus bienes se fueron a la basura por los excesos y por no contar con una vida planificad­a. Merced a los consejos de Poncho, este muchacho cambió. Ahora se dedica a formar futbolista­s.

Eran los tiempos difíciles de las televisora­s. En cada transmisió­n se daban con todo

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