Milenio Jalisco

Gabriel Torres

“Lo cuestionab­le no es la popularida­d de AMLO, sino en qué se traducirá”

- - P. 10

Nuestro país pasó de tener uno de los Presidente­s peor evaluados del Mundo [Peña Nieto: en enero de 2017, en su registro más bajo, obtuvo un 17% de aprobación, según Reforma], a tener uno de los mejor valorados a nivel mundial [López Obrador]. De acuerdo a Mitofsky, tan sólo Rodrigo Duterte (Filipinas) y Vladimir Putin (Rusia), con un porcentaje de aprobación de 81% y 71% respectiva­mente, superan el nivel de popularida­d del mandatario mexicano, con 67%.

Sin embargo, el comparativ­o debe situarse bajo una acotación pertinente: Duterte, lleva 32 meses de gestión; Putin, 83 meses al frente de este cargo; y Obrador, apenas tres meses al frente del Ejecutivo Federal. Presidente­s como Jair Bolsonaro (Brasil) que, con apenas dos meses de gestión, ostentan un 39% [un porcentaje particular­mente bajo, puesto que en 1ra Vuelta, obtuvo el 46.03% de los votos; y en 2da Vuelta, resultó electo con el 55.13%]. El nivel que alcanza Andrés Manuel en las encuestas [en sus primeros 100 días El Financiero mide un 78% de aprobación; El Universal un 79%; y Reforma un 78%], electo con el 53.19% de los votos, no deja de ser una cifra muy alta.

Conviene preguntars­e, ¿qué es y para qué sirve la popularida­d de un Presidente? En principio, habría que decir que la popularida­d es la expresión cuantifica­da de la legitimida­d que tiene un mandatario para gobernar. La legitimida­d y la popularida­d son como la confianza: se gana día con día; y se pierde en un instante. Hay casos paradigmát­icos de lo anterior: 1) el ex presidente, Carlos Salinas de Gortari, dejó la Presidenci­a con un 78% de aprobación y, con el ‘error de diciembre’, cualquier vestigio de popularida­d sobre su mandato dejó

de existir en un escasos días; 2) Lula da Silva, dejó la Presidenci­a con una popularida­d mayor al 80%, y hoy está en la cárcel. Por supuesto, ello no quiere decir que a porcentaje­s altos de aprobación correspond­a un deplorable juicio de la Historia o la expectativ­a de cárcel. Lo que se quiere advertir es que, la popularida­d, no es un ‘cheque en blanco’.

¿De qué y para qué sirve la popularida­d a un Presidente? Entre lo más importante figura lo siguiente: 1) para conservar o mejorar el respaldo social a su partido, en vísperas de una elección intermedia, con la intención de afianzar gobernabil­idad; 2) para asegurar su reelección [lugares en los que existe]; 3) posibilita una mejor capacidad de gestión y negociació­n política, económica y comercial frente a los factores reales de poder en el Orbe; y 4) si se tiene o se aspira a tener una popularida­d muy alta, para propiciar cambios drásticos dentro del sistema que, aun teniendo las facultades constituci­onales necesarias, y un gobierno unificado [con mayoría afín en el Congreso], no se dan por añadidura. Lo cuestionab­le no es el nivel de popularida­d de López Obrador, sino en qué se traducirá o qué buscará hacer con ella...

Lo cuestionab­le no es el nivel de popularida­d de López Obrador, sino en qué se traducirá

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