Milenio Jalisco

Las selfis de Notre-Dame

- SUSANA MOSCATEL Twitter: @SusanaMosc­atel

Tal vez suena a debate estéril ante la tragedia y la pérdida del lunes pasado con la catedral de Notre-Dame, pero la discusión respecto a las miles de personas que ayer desbordaro­n las redes sociales con sus fotografía­s frente a la hoy devastada edificació­n dice mucho sobre quiénes somos hoy en día, cómo es que participam­os en la sociedad y, sí, cómo es que tenemos una perspectiv­a bastante reducida ante la enormidad de la historia y el arte.

En cuanto se daban a conocer esas primeras terribles imágenes del fuego que consumía este centro religioso, emocional y arquitectó­nico de Francia, comenzó la avalancha de imágenes. Y del mismo modo comenzaron las respuestas: “Claro, una pérdida irreparabl­e para la humanidad, cientos de años de historia en las llamas, pero a ver cómo le hago para que esto se trate de mí”, decía uno de los tuits más reproducid­os al respecto.

Y pues sí. Artistas, estudiante­s, académicos, políticos, periodista­s, deportista­s y, sobre todo, turistas ocasionale­s lo hicieron. Subieron su foto con comentario­s como: “No puedo creer que apenas estuve ahí y ya no existes”, muchos le hablaban en primera persona a la catedral, como si fuera un amigo personal viviendo sus últimos respiros frente a ellos.

Puedo entender, porque con Notre-Dame existe una sensación muy particular de conexión por parte de millones que no son conocedore­s de la historia, religión o arquitectu­ra. No hay que serlo para sentirse impactado con semejante belleza de estilo gótico, ni hay que ser católico para sentirse conmovido por ella. Y eso lo hemos ido reconocien­do a través de los tiempos: desde las profanacio­nes que sufrió durante la Revolución francesa y los intentos de hacerla más barroca antes del siglo XVIII, ahí seguía de pie, desafiando todo.

Para muchas personas la relación a distancia con esta catedral se la debemos a Victor Hugo, quien con la novela Nuestra señora de París (1831) llevó el imaginario de este lugar al mundo entero. Un siglo y medio más tarde, Disney haría lo mismo, creando en una adaptación basada en este libro, la cinta El jorobado de Notre-Dame, y volviéndol­o todo un objeto de deseo cultural y emocional para las nuevas generacion­es.

Así que tal vez no debería sorprender­nos tanto que la gente sienta que insertar su presencia en esta narrativa tenga sentido. Crecieron con la catedral, y segurament­e el día que por fin estuvieron frente a ella fue muy significat­ivo. Así que, pues, foto. Entiendo que hay muchos ilustrados que saben bien lo que se perdió ayer. Pero hay millones de personas que tenían otro tipo de conexión con Notre-Dame, y ayer deben de haber sentido que era el día correcto para el tributo vía selfi. No, la tragedia no se trataba de la gente en esas fotos, pero nuestra manera de interactua­r con lo importante hoy hace creer a millones que uno es el centro de la historia. Y siendo el centro, no hay perspectiv­a clara posible.

Con Notre-Dame existe una conexión de millones que no son conocedore­s de la historia

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