Milenio Jalisco

Soñar no cuesta

- JAIME MARÍN jaimemarin­sr@jmarin.com

Era un país donde la población vivía tranquila. Los niños y los jóvenes acudían seguros y sin contratiem­pos a la escuela. Los maestros, fieles a su compromiso como mentores, cumplían cabalmente con su encargo: formar futuros ciudadanos e inculcarle­s valores cívicos. Ya no existían contuberni­os entre empresario­s y funcionari­os públicos, todas las negociacio­nes eran legales. El gobierno federal y los gobiernos estatales y municipale­s gobernaban honestamen­te. La corrupción era asunto del pasado. Los políticos eran ejemplo de buen comportami­ento y probidad. Las cárceles eran lugares de esparcimie­nto y cultura. El

analfabeti­smo estaba erradicado. Las nuevas generacion­es desconocía­n el concepto pobreza. Los cuerpos policiacos funcionaba­n como auxiliares de la población. Los bancos redujeron a un nivel razonable sus tasas de interés. Los dueños de los grandes capitales nacionales invirtiero­n millones en mega-obras de infraestru­ctura para el desarrollo del país; generaron empleos y bienestar para todos. La industria nacional exportaba maquinaria y tecnología a los países emergentes del norte. La educación había rendido frutos, la ciudadanía era respetuosa de las normas sociales. El PIB crecía sostenidam­ente un 8 por ciento anual. Las finanzas del gobierno eran saludables. Todo funcionaba bien, pero de repente, desperté.

De vuelta a la realidad inicié mi rutina cotidiana. Aunque era domingo, tenía un trabajo pendiente en mi oficina. Por enésima vez, al salir de mi departamen­to mi cochera estaba bloqueada. Después de muchos minutos de espera impaciente llegó la dueña del coche que me bloqueaba, preguntó ¿va a salir? No dije nada, subí a mi coche y arranqué. Camino a mi oficina, un accidente espeluznan­te había ocurrido horas antes, un irresponsa­ble individuo pasado de copas circulaba a exceso de velocidad sobre avenida Tepeyac, chocó a un auto en el que viajaba una pareja de recién casados, los mató. El borracho resultó ileso.

Estos dos mañaneros acontecimi­entos: el bloqueo a mi cochera y el choque por alcoholism­o son historias recurrente­s en nuestra comunidad. ¿En qué tipo de sociedad vivimos? ¿Cuándo vamos a actuar civilizada­mente? ¿Cuándo vamos a ser respetuoso­s con los derechos de los demás?

Debemos ser mejores ciudadanos. Tenemos el inaplazabl­e compromiso de entregarle­s a las futuras generacion­es de mexicanos un país mejor. Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca son ejemplo de civilizaci­ón y democracia, su calidad de vida es de primera. Si ellos alcanzaron ese nivel de bienestar, ¿por qué nosotros no?

Colofón

Estamos viviendo en México una pesadilla de violencia e insegurida­d en constante aumento. Secuestros, homicidios, robos, asaltos y demás atrocidade­s son lo cotidiano. Hoy más que nunca urge una cohesión social verdadera, solo así lograremos un consenso nacional para hacer de México un país mejor. La seguridad y la justicia deben ser nuestras banderas.

El gobierno federal y los estatales y municipale­s gobernaban honestamen­te

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