Soñar no cuesta
Era un país donde la población vivía tranquila. Los niños y los jóvenes acudían seguros y sin contratiempos a la escuela. Los maestros, fieles a su compromiso como mentores, cumplían cabalmente con su encargo: formar futuros ciudadanos e inculcarles valores cívicos. Ya no existían contubernios entre empresarios y funcionarios públicos, todas las negociaciones eran legales. El gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales gobernaban honestamente. La corrupción era asunto del pasado. Los políticos eran ejemplo de buen comportamiento y probidad. Las cárceles eran lugares de esparcimiento y cultura. El
analfabetismo estaba erradicado. Las nuevas generaciones desconocían el concepto pobreza. Los cuerpos policiacos funcionaban como auxiliares de la población. Los bancos redujeron a un nivel razonable sus tasas de interés. Los dueños de los grandes capitales nacionales invirtieron millones en mega-obras de infraestructura para el desarrollo del país; generaron empleos y bienestar para todos. La industria nacional exportaba maquinaria y tecnología a los países emergentes del norte. La educación había rendido frutos, la ciudadanía era respetuosa de las normas sociales. El PIB crecía sostenidamente un 8 por ciento anual. Las finanzas del gobierno eran saludables. Todo funcionaba bien, pero de repente, desperté.
De vuelta a la realidad inicié mi rutina cotidiana. Aunque era domingo, tenía un trabajo pendiente en mi oficina. Por enésima vez, al salir de mi departamento mi cochera estaba bloqueada. Después de muchos minutos de espera impaciente llegó la dueña del coche que me bloqueaba, preguntó ¿va a salir? No dije nada, subí a mi coche y arranqué. Camino a mi oficina, un accidente espeluznante había ocurrido horas antes, un irresponsable individuo pasado de copas circulaba a exceso de velocidad sobre avenida Tepeyac, chocó a un auto en el que viajaba una pareja de recién casados, los mató. El borracho resultó ileso.
Estos dos mañaneros acontecimientos: el bloqueo a mi cochera y el choque por alcoholismo son historias recurrentes en nuestra comunidad. ¿En qué tipo de sociedad vivimos? ¿Cuándo vamos a actuar civilizadamente? ¿Cuándo vamos a ser respetuosos con los derechos de los demás?
Debemos ser mejores ciudadanos. Tenemos el inaplazable compromiso de entregarles a las futuras generaciones de mexicanos un país mejor. Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca son ejemplo de civilización y democracia, su calidad de vida es de primera. Si ellos alcanzaron ese nivel de bienestar, ¿por qué nosotros no?
Colofón
Estamos viviendo en México una pesadilla de violencia e inseguridad en constante aumento. Secuestros, homicidios, robos, asaltos y demás atrocidades son lo cotidiano. Hoy más que nunca urge una cohesión social verdadera, solo así lograremos un consenso nacional para hacer de México un país mejor. La seguridad y la justicia deben ser nuestras banderas.
El gobierno federal y los estatales y municipales gobernaban honestamente