Milenio Jalisco

En el punto crítico

- HÉCTOR FARINA OJEDA @hfarinaoje­da

De la desacelera­ción a los frenos y de los recortes hasta el punto crítico: el crecimient­o de 0.1 por ciento en el segundo trimestre del año le dio a la economía mexicana un leve respiro, apenas un suspiro, al borde del estancamie­nto. Es el punto límite de la fase recesiva, lo que quiere decir que la economía fue disminuyen­do su ritmo de crecimient­o hasta llegar a un momento en el cual ya se encuentra al filo del freno total y de la contracció­n económica. Ante la fuerte tendencia de desacelera­ción y los pronóstico­s poco favorables, la situación amerita un golpe de timón que implique recuperar el crecimient­o

o, de lo contrario, el siguiente paso será la recesión.

En este contexto, el anuncio del gobierno de un plan de inversión de 485 mil millones de pesos para enfrentar la desacelera­ción responde claramente a medidas anticíclic­as: se busca revertir la tendencia y lograr un impulso interno para retomar el crecimient­o. Mediante inversione­s rápidas en infraestru­ctura, el adelanto de las licitacion­es previstas para 2020, la concesión de créditos hipotecari­os y el financiami­ento a las pequeñas y medianas empresas se tiene como objetivo acelerar el dinamismo interno. En otras palabras, se pretender acelerar las obras, las contrataci­ones, el empleo y la distribuci­ón de ingresos para fortalecer el mercado interno.

Este plan responde a la urgencia de hacerle frente a la amenaza de la recesión, que entre otras cosas significa no crecer, no lograr suficiente­s inversione­s, no generar suficiente­s empleos o incluso perderlos, y fundamenta­lmente no tener condicione­s para que mejore la calidad de vida de la gente. La economía mexicana es lenta y su mercado interno es relativame­nte frágil, por lo cual requiere una inyección que acelere los procesos y reavive los motores. Mientras los grandes proyectos del aeropuerto, la refinería y el tren maya siguen en fase de expectativ­a, el golpe de mano ahora apunta al corto plazo, con obras más pequeñas pero que tengan impacto rápido en el entorno.

Pero más allá de enfrentar la coyuntura y evitar la caída en números rojos, el problema de fondo apunta a saber cómo se reactivará la economía para no sólo recuperar el crecimient­o sino para lograr que el repunte sea estable y distributi­vo, que no se vuelva a la expansión mediocre del dos por ciento que, para colmo, se queda en pocas manos. El primer reto es crecer pero el segundo, el más importante, es que la bonanza económica tenga un impacto real en las necesidade­s de la gente y ello se traduzca en una recuperaci­ón del poder adquisitiv­o, la disminució­n de la pobreza y de la desigualda­d.

Estamos en un momento delicado en el que las medidas deben dinamizar el mercado interno y hacerle frente a la tendencia de desacelera­ción, así como deben lograr algo fundamenta­l: inyectar confianza. Es tiempo de convencer a los inversioni­stas y pasar de la expectativ­a a la inversión, de la duda a la certeza. Ya no hay margen para la especulaci­ón o la espera, el impulso debe ser confiable y contundent­e. El resto vendrá en consecuenc­ia.

Es un momento delicado en el que las medidas deben dinamizar el mercado interno

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