Milenio Jalisco

La costosa austeridad de AMLO

- JULIO SERRANO ESPINOSA juliose28@hotmail.com

Lo barato puede salir caro. He estado pensando en este dicho popular al observar el costo de la austeridad republican­a de López Obrador. El Presidente ha sido muy enfático en su intención de reducir el gasto del gobierno mexicano. Desde un inicio se comprometi­ó a mantener finanzas públicas sanas. Se propuso la meta de obtener un superávit primario de 1% del PIB. Su postura no solo se desprende de un rechazo al despilfarr­o gubernamen­tal, también es una filosofía personal. López Obrador

es conocido por su forma modesta de vivir.

Tras el sexenio de Peña Nieto, en el que fuimos testigos de numerosos excesos, el estilo sobrio de AMLO es bienvenido. Sin embargo, hay ocasiones en que la frugalidad deja de ser virtud y los beneficios que aporta son superados por sus costos. Ante la fuerte desacelera­ción económica que estamos viviendo, ésta es una de ellas. La reducción en el gasto y la inversión pública le han pegado fuerte a la economía.

No se trata de abrir el bolsillo del gobierno de manera irresponsa­ble. Nadie quiere regresar a la época de López Portillo. Pero sí de estimular la actividad económica ahora que está estancada.

Como están las cosas, los ahorros que se están generando con las estrategia­s de austeridad pueden perderse por completo por la falta de crecimient­o. Los costos de una economía débil van desde una menor recaudació­n fiscal hasta un mayor desempleo.

En otras circunstan­cias, la iniciativa privada podría cubrir el hueco de gasto e inversión del gobierno con sus propios desembolso­s. Sin embargo, la confianza ha sufrido un golpe importante a raíz de decisiones como la cancelació­n del nuevo aeropuerto de Texcoco y la construcci­ón de Dos Bocas. Existe incertidum­bre en el sector empresaria­l y esto ha provocado que la inversión privada se contraiga.

Agudizando el problema es la manera en la que el gobierno está obteniendo sus ahorros. Rubros estratégic­os como salud han sufrido fuertes recortes con serias consecuenc­ias. Además de los recortes, se ha registrado un subejercic­io relevante del gasto programado, lo que ha agravado aún más la situación.

Otra parte del ahorro ha provenido del despido de miles de funcionari­os, así como de la reducción de salarios y eliminació­n de prestacion­es. No cabe duda de que existe mucha ineficienc­ia en el aparato burocrátic­o del país, con varias personas que no justifican ni su trabajo ni su sueldo. Pero el criterio uniforme que empleó López Obrador para obtener estos ahorros ha tenido víctimas muy valiosas cuyas ausencias las resentirem­os en el futuro con un gobierno menos profesiona­l.

Nunca pensé recomendar­le a AMLO que gastara más cuando el miedo era justo q ue se excediera. Pero el gobierno haría bien en bajarle a su austeridad para intentar reactivar la economía. Mejor aún sería que busque generar la confianza que tanta falta hace para que la iniciativa privada detone la inversión.

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