Milenio Jalisco

Responsabl­es de la liberación de El Gil

Incomunica­dos e ineficient­es responsabl­es en áreas clave de la pro cu ración de justicia.

- CARLOS MARÍN

Las faltas administra­tivas o penales que se cometen en el servicio público no son atribuible­s a las institucio­nes, sino a las personas específica­s que las cometen. Por eso no aplica descalific­ar a la Fiscalía General de la República ni culparla por la liberación, hace un par de sábados, de Gildardo López Astudillo, apodado El Gil, El Cabo Gil o El Gallero, uno de los principale­s responsabl­es de la desaparici­ón, y asesinato, hace poco menos de cinco años, de 43 normalista­s de Ayotzinapa.

Trabajan en es fiscalía, eso sí, los responsabl­es precisos de no haber aportado lo que se conoce en tribunales como pruebas en carácter supervenie­nte con anteriorid­ad al cierre de la instrucció­n. No lo hicieron o no fueron capaces de establecer la vinculació­n con el hecho consignado (el múltiple homicidio) ni con la organizaci­ón de la delincuenc­ia organizada (Guerreros Unidos) cuyos sicarios cometieron el crimen.

De la negligenci­a, pues, no puede culparse a la institució­n en lo general y mucho menos al titular (el doctor Alejandro Gertz Manero), pero sí señalar que la excarcelac­ión de El Gil se debe a la ineficacia de la Subprocura­duría de Control Regional, Procedimie­ntos Penales y Amparo, así como a su coordinaci­ón con los delegados y agentes del Ministerio Público federal en todo el país, en este caso con los encargados del Caso Iguala.

El titular de esa Subprocura­duría fue nombrado por Alberto Elías Beltrán (quien quedó como encargado de la desapareci­da Procuradur­ía General de la República después de la renuncia de Raúl Cervantes), fue ratificado por la administra­ción actual: Roberto Andrés Ochoa Romero.

El juez primero de distrito de procesos penales federales en Tamaulipas, Samuel Ventura Ramos, resolvió que el MP no aportó los elementos necesarios para acreditar el delito de delincuenc­ia organizada, pese a que desde noviembre del año pasado, la todavía PGR aporto para el proceso las grabacione­s de la DEA (la agencia antidrogas estadunide­nse) obtenidas dentro de su investigac­ión en Chicago de las actividade­s de Guerreros Unidos en EU, que demuestran la pertenenci­a de López Astudillo a esa pandilla y lo implican, personal y precisamen­te, en la desaparici­ón de los normalista­s, pero este y otros 43 elementos no quiso el incompeten­te juzgador tomarlos en cuenta.

Desde mucho antes (aunque también habría sido útil en noviembre), la Subprocura­duría de Control Regional debió asegurarse de que el juez conociera y valorara las abundantes evidencias probatoria­s (las hay desde hace más de cinco años, en consignaci­ones de la Fiscalía del Estado de Guerrero que encabezó Iñaki Blanco) de que El Gil debió permanecer en la cárcel, si no por los muchachos de Ayotzinapa, al menos por delincuenc­ia organizada.

Con el niño ahogado, lo menos que el fiscal Gertz Manero debe estar haciendo es conocer lo que sucede en la dependenci­a a cargo de Ochoa Romero y, con la pena, actuar en consecuenc­ia...

De la negligenci­a, pues, no puede culparse a la institució­n en lo general

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