Groserías y refrescos
No me quería trepar en el tema que millones han llamado con singular alegría como #LadyCocaCola por varios motivos. Uno de ellos: sé cómo se siente que por un acto las redes te reduzcan a una sola cosa (error, mala actitud u opinión) con todo y su título nobiliario de “Lady”, y no quiero promover ni vivir en una sociedad así de reduccionista y linchadora.
Pero también me negaba, porque nada me asegura que esto no sea un experimento de mercadotecnia, hecho justo para vender a través de la indignación.
Podría ser vender refrescos o la misma “marca” de la tan ofendida ama de casa, quien hace todo un extraño examen semántico de la imagen maternal y santaclausera del refresco de cola para quejarse, visiblemente alterada, por el hecho de que en algunos de sus espectaculares están usando groserías.
Entiendo por qué se volvió viral, al grado que hoy siguen apareciendo tantos memes, chistes y comentarios donde sea que uno vea. Es muy difícil no saber de esto, porque es parte de la histérica actitud que tomamos como sociedad cuando algo no nos parece o nos hace sentirnos “superiores” o, incluso, nos da oportunidad de burlarnos de la ceguera que a veces viene con el privilegio.
Eso explica mucho. Y no, no le voy a entrar a la multitud con antorchas listas para quemarlo todo entre risas. Estoy en completo desacuerdo no solo lo que expone esta chava, sino con la manera en lo que lo hace, pero es su opinión, no le está haciendo daño a nadie y creo que ya estuvo con el negocio de destruir gente por entretenimiento digital. Sea cual haya sido la intención inicial.
Pero la discusión sí está sobre la mesa, así que a la buena, conversemos. Empezando por las “groserías”. Son solo palabras, y en este contexto una que implica algo positivo (nadie le dice chingón a un imbécil). Yo estaría más preocupada por las cantidades de azúcar que consumimos en México con casi cualquier refresco que con “el poder energético de las palabras”.
Pero, ¿saben lo que más ruido me hace todo esto? Es esa actitud de descalificación que resumen en la frase “ya siéntese señora”, evidentemente considerando la frase algo de lo más divertido y pronunciada como un destello de sabiduría juvenil que no admite discusiones.
Ser “señora” no es un insulto. Ser señora jodona, pues sí. Pero las cosas con sus términos apropiados y así nos vamos entendiendo.
Por ejemplo, si yo les digo que la refresquera no podía haber pagado por publicidad más “chingona” que esta, no estoy indultándolos. Y sí, todo el asunto da risa. Pero solo porque preocuparnos por palabras en términos de moralidad, nos distrae por completo de pensar en nuestras acciones. Esas sí son las que tienen a México como lo tienen en este momento.
Preocuparnos la moralidad nos distrae de pensar en nuestras acciones