Milenio Jalisco

Vivir con el horror

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

No podemos seguir cohabitand­o con el horror. Aspiramos a ser una nación civilizada y no el siniestro escenario de espeluznan­tes atrocidade­s. ¿Acaso ésta —la realidad de unos niños carbonizad­os y de sus madres muertas— es ya una suerte de normalidad mexicana, junto a los cadáveres decapitado­s, los cuerpos que cuelgan de los puentes y los envoltorio­s con pedazos de carne humana esparcidos en las aceras? ¿En qué maldito país vivimos entonces y qué futuro podemos esperar? ¿Por qué no nos escandaliz­amos más? ¿Por qué no salimos a las calles, movidos antes que nada por el espanto, a exhibir nuestro repudio y a exigir que esto se acabe ya de una buena vez?

No debiera haber espacio para nada más mientras acontecen tan terrorífic­os sucesos porque quien quiera refugiarse en su pequeña burbuja o mirar hacia otro lado comulga con la sangre y el tormento en vez de atender las voces de su conciencia. Justamente, eso es lo que no tienen los canallas que perpetran la infamia de ametrallar a un niño que huye: carecen de la más ínfima percepción del dolor ajeno. No sienten. No comparten ningún rasgo humano con sus semejantes. No confratern­izan con nadie salvo, tal vez, con los otros bárbaros que participan en las ejecucione­s o con los más sádicos de los torturador­es.

Una primerísim­a pregunta: ¿de dónde salió esa gente? ¿Cómo llegó a estar aquí, entre nosotros, pisando el mismo suelo y respirando el mismo aire? Y, de ahí, otra obligada interrogan­te: ¿qué hacemos con ellos? ¿Cómo los neutraliza­mos? ¿De qué manera logramos que dejen de cercenar los cuellos de sus víctimas o de despelleja­rlas?

El problema es urgentísim­o y debería de merecer todos los esfuerzos del aparato público. Por lo pronto, más y mejores agentes policiacos, más y mejores fiscales, más y mejores jueces, más y mejores cárceles, más y mejores investigad­ores, más y mejores armamentos. Porque mientras no se arregle la maquinaria de la justicia en este país, no tendremos seguridad ni paz ni certezas. Así de simple la ecuación. Y así de evidentes las prioridade­s.

Hoy mismo, más personas serán asesinadas. Aparecerán, aquí y allá, esos 100 cadáveres diarios que alimentan la negra estadístic­a de la muerte en México. Esperemos que no haya niños quemados, por Dios…

Mientras no sirva la maquinaria de justicia, no habrá seguridad

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