Esteban Illades
“Es una simplificación peligrosa culpar al pasado de todo”
Si uno pone atención a la nueva narrativa histórica oficial, parecería que todos los males del país se remontan a eventos específicos y no a épocas o procesos. El día en que Hernán Cortés puso pie en tierra azteca. El día en que se asesinó a Francisco I. Madero. El día en que Felipe Calderón ganó la Presidencia —o “se la robó”, conforme al vernáculo actual.
Se trata de una simplificación discursiva que sostiene a Morena y al Presidente, la “política de la eternidad” de Timothy Snyder que comentábamos la semana anterior: lo que no se pueda hacer o lo que fracase rotundamente en este sexenio siempre será culpa del pasado y de las ruinas heredadas. De decisiones tomadas por malas personas. Por traidores, por decirlo de alguna manera.
Esa simplificación resulta dañina en cuanto a que nos aleja del entendimiento de los problemas nacionales y cómo atacarlos. Pensemos, por ejemplo, en las grandes tragedias de los últimos días: Culiacán, Aguililla o la masacre de la familia LeBarón esta semana. En la discusión pública y en el púlpito presidencial, la raíz de toda tragedia —tragedia entendida como algo inevitable— se remonta a 2006: si Felipe Calderón no se hubiera “robado” la Presidencia, el país sería otro. México estaría en paz porque el presidente espurio jamás hubiera buscado legitimarse a través del Ejército. En la narrativa actual, toda la historia nacional de los últimos 13 años y sus cientos de miles de muertos son responsabilidad de una persona.
Con independencia de la pésima planeación calderonista, que en efecto aceleró el camino al atolladero, el problema del narcotráfico es mucho más complejo. Obedece al consumo desmedido de drogas en Estados Unidos; a la laxitud del tráfico de armas entre un país y otro; al pésimo crecimiento económico de décadas; a la brecha de desigualdad que solo ha aumentado; a la ausencia de procuración de justicia; a la impunidad total. Obedece, pues, a múltiples y diversos factores que deben ser atajados con múltiples y diversas estrategias.
Pero escurrir el bulto siempre será más sencillo culpar a las estrellas de jugar chueco y predestinar el fracaso en lugar de, por ejemplo, quizá, cumplir lo que con tanta bravata se prometió en campaña.
En el púlpito de AMLO, la raíz de toda tragedia viene de 2006