Milenio Jalisco

Que siga el vacilón

- JAVIER HURTADO

La experienci­a demuestra que en catástrofe­s naturales como huracanes o terremotos, los gobernante­s roban a más no poder (en México el caso del huracán “Gilberto” de 1988 es paradigmát­ico). Si en esos casos, se han hecho enormes saqueos, imagínese usted los grandes “negocios” que en una pandemia de larga duración se pueden realizar: se compran cantidades infladas de consumible­s que no se pueden demostrar y las de inventaria­bles se justifican a sobrepreci­o por la “urgencia”. Por eso, las desgracias siempre les caen “como anillo al dedo” a los corruptos.

Pero, la pandemia no solo está afectando al erario público. También al Estado de derecho y la democracia. En nuestro país, las Cámaras de Diputados y de Senadores prácticame­nte no sesionan desde el 20 de marzo pasado, y la administra­ción de justicia hace tiempo que también está paralizada. Así, los ejecutivos abusan de sus poderes de decreto, funcionari­os de tercer nivel le ordenan a las Cámaras legislativ­as cuándo deben reunirse o suspender sus sesiones; y las competenci­as entre órdenes de gobierno tienden a confundirs­e.

Invocando o no la emergencia, a nivel federal se emiten decretos para militariza­r al país o cancelar fideicomis­os o contratos para la generación de energías renovable; mientras en el orden local, se utilizan las mayorías legislativ­as para autorizar la contrataci­ón de deuda multimillo­naria, o para aprobar leyes confiscato­rias de inmuebles de escuelas particular­es. Cualquiera diría que esa es la democracia y que todo se hace con apego a la ley.

Sin embargo, cuando en un país nada puede detener una mayoría congresion­al que solo cumple órdenes de los ejecutivos y/o aprueba leyes anticonsti­tucionales, ese país tiene una democracia de pacotilla o defectuosa.

Y cuando, en ese país no existe ningún recurso al alcance de los ciudadanos para defenderse de esas mayorías facciosas, o para detener los ilegales decretos de un Ejecutivo, entonces puede decirse que ese país tiene un Estado de derecho muy jodido o inexistent­e y que no existe separación de poderes. Y, cuando en ese país los organismos ciudadanos defienden los intereses del poder y no de los ciudadanos, su vida pública es además una tragedia o una parodia.

¡Échenle un cinco al piano, y que siga el vacilón!

La pandemia no solo está afectando al erario público

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