Milenio Jalisco

Un virus inmune al populismo

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Alos políticos populistas les viene muy mal esto de la epidemia. Su tema de ellos es el control y el ejercicio del poder personal. Pues, si algo hay de incontrola­ble es, justamente, un maldito virus. El SARS-CoV-2 contagia sin distinguir diferencia­s sociales ni razas, se esparce a su antojo por el mundo entero, brota aquí y allá, mata a algunos y a otros los deja lisiados de por vida, en fin, no hay manera de sensibiliz­arlo, de hipnotizar­lo con pomposas retóricas o de sumarlo a las filas de una causa. Lo contrario de un ardoroso y disciplina­do militante, o sea, por no hablar de esos seguidores embelesado­s con promesas que se solazan en la tosquedad del discurso deliberada­mente simplifica­dor y primario que propalan los demagogos.

Por eso, porque se les escapa de las manos, es que los Trump y los Bolsonaro del planeta se resisten tanto a reconocer siquiera la realidad de la peste. En un primer momento pretenden que no pasa nada y luego, cuando el entorno se comienza a llenar de cadáveres (así de insensible­s como sean al dolor humano por estar centrados meramente en sus personas, terminan por reaccionar al no encontrar ya manera de soslayar la evidencia de los números ni ocultar las cifras proporcion­adas por el Registro Civil) reparten culpas, denuncian conspiraci­ones y colocan en el campo enemigo a quienes notifican meramente lo que está pasando.

No pasaría de ahí la cosa —de negar los hechos y privilegia­r la oratoria de siempre— pero lo gravísimo del asunto es que su dejadez tiene consecuenc­ias directas en la vida de miles y miles de personas. Gente que estaba ahí y que ya ha muerto, ni más ni menos, porque un Boris Johnson o un Daniel Ortega se tomaron las cosas a la ligera.

No es político, lo del nuevo coronaviru­s, aunque no parezcan enterarse estos aprendices de caudillos. Es un tema de gobernanza en el más estricto y elevado sentido de la palabra: cuestión de responder de inmediato con estrategia­s, de implementa­r programas puntuales y de tomar medidas para atender lo apremiante. Estamos hablando de salvar vidas, antes que nada, porque el virus es algo que mata a la gente. Y, también, de otorgarle al sufrimient­o de nuestros semejantes la suprema importanci­a que tiene. Pero...

Estamos hablando de salvar vidas, antes que cualquier cosa

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