Milenio Jalisco

Historias, no cifras

- ENRIQUE ACEVEDO @Enrique_Acevedo

Encuentro incomprens­ible nuestra obsesión con el número oficial de contagios y muertes por covid-19. Todos sabemos que los números son inexactos, no obstante, gozan de un extraño protagonis­mo en la cobertura que ofrecemos los medios sobre la emergencia y en la conversaci­ón alrededor de esta cobertura. Cada noche las redes sociales se encienden con el informe de los datos oficiales, aunque los propios oficiales advierten que las cifras que presentan son apenas un acercamien­to a la realidad.

Ayer, Estados Unidos rebasó las 100 mil muertes reportadas por covid-19. Un promedio de más de mil 100 muertes por día en los tres meses desde que se declaró formalment­e la emergencia. Como bien dice Dan Barry, el cronista del New York Times encargado de escribir el texto que acompaña la histórica portada del Domingo Pasado: “cualquier número es una medida imperfecta cuando se aplica a la condición humana. El número responde cuántos, pero jamás puede transmitir los arcos individual­es de la vida, las 100 mil formas de saludar por la mañana y de decir buenas noches”.

En México conocemos de la muerte a una escala que parece rebasar nuestra capacidad de entender y de valorar las historias detrás de la suma total. No es que hayamos normalizad­o la violencia, tanto como la violencia nos ha entumecido. Tal vez la obsesión con estas cifras es la única forma de entender la dimensión de la tragedia en la que estamos sumidos. Tal vez lo repetimos ahora como mecanismo de defensa. Nuestra manera de entender lo que de otra forma resulta incomprens­ible. Miles y miles de muertes, muchas que podrían haberse evitado si las acciones se hubieran tomado de forma oportuna y decisiva.

Quizá esa sea la razón por la que el Presidente y sus barones de empresa hablan de la reactivaci­ón económica con mayor urgencia a la que emplean cuando hablan de proteger vidas humanas. Se preocupan por el intercambi­o de bienes y servicios más que por el bienestar de las personas que los intercambi­an. De cualquier forma, espero que nuestra atenc ión se aleje de las malditas cifras y regrese a las historias que las acompañan. Al final, esa es la única forma de mantenerno­s conectados con los que hasta hace poco estaban entre nosotros.

Cada noche, las redes se encienden con el informe oficial

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