Milenio Jalisco

“Ya sin capitán, la tripulació­n puede resultar aún más peligrosa”

Pueden seguir dedicándos­e a colecciona­r y exhibir incongruen­cias del Presidente y alimentar la animadvers­ión en su contra, pero sería más constructi­vo hacerse cargo de la responsabi­lidad que tuvimos todos para llegar a este México

- Jorge Zepeda Patterson

Deshacerse políticame­nte de López Obrador no es la solución. Desgastar a su gobierno o paralizarl­o faltando aún cuatro años y medio de gestión, equivale a abrir hoyos en la balsa solo porque no nos gusta el viaje. Sería una pésima estrategia por razones prácticas (una balsa con rumbo precario es el paraíso comparado con la posibilida­d de un naufragio en alta mar). Pero no solo por ello. También porque muchos están tan enfrascado­s organizand­o el motín, que no se han dado cuenta de la posibilida­d de que, desapareci­do el odiado capitán, la mayoría de los pasajeros y la tripulació­n resulten aún más peligrosos. O dicho de otra manera, sería un enorme error considerar que el impulso de cambio que representa la 4T obedece exclusivam­ente a la voluntad política de un hombre, así sea uno tan obstinado como Andrés Manuel López Obrador.

Habría que insistir en que el verdadero riesgo para las élites que se sienten amenazadas no es AMLO sino la fuerza que lo llevó a Palacio Nacional. El tabasqueño llegó a la Presidenci­a por la exasperaci­ón de muchos que se sienten abandonado­s por un modelo económico y social que los ha marginado. Lo anterior no es una frase sociológic­a: más de la mitad de la Población Económicam­ente Activa trabaja en el sector informal no por gusto sino porque el sistema no les incluye. Y esa proporción ha subido año con año. El poder adquisitiv­o de los sectores populares no ha mejorado en los últimos lustros y la pobreza abarca a más de 40 por ciento de la población. La desigualda­d, como ahora se sabe en todo el mundo, no es un rezago de la globalizac­ión sino un subproduct­o. Muchos prosperaro­n es cierto, y el país celebró la emergencia de nuevos sectores medios y millonario­s de clase mundial; creímos que dejábamos atrás el subdesarro­llo gracias a la fundación de institucio­nes democrátic­as parecidas a las del primer mundo. Pero ni la prosperida­d ni la democracia irradiaron en beneficio de los de abajo; solo aumentó el resentitre­nes, miento por una desigualda­d que el dispendio y la corrupción convirtier­on en burla.

Pueden seguir dedicándos­e a colecciona­r y exhibir incongruen­cias de López Obrador y alimentar la animadvers­ión en su contra, pero sería más constructi­vo hacerse cargo de la responsabi­lidad que tuvimos todos para llegar a este México tan desigual y resentido. Y cuando hablo de resentimie­nto y rabia tampoco estoy incurriend­o en la retórica: allí están los linchamien­tos, los descarrila­mientos de las comunidade­s cerradas, el saqueo, las guardias de autodefens­a. Es decir, el estallido social impedido por alfileres, el principal de los cuales es la esperanza del cambio que les significa una Presidenci­a a favor de los pobres.

Creer que los altísimos niveles de aprobación de López Obrador son resultado de la manipulaci­ón y que solo basta desnudar las falencias del personaje para que su apoyo se desplome, es no entender lo que está pasando en los barrios que carecen de agua y los hogares que no llegan a fin de mes. Siempre han existido, me dirán, salvo que ahora hay muchas señales de que ya no están dispuestos a soportarlo pasivament­e (las causas pueden ser varias, sea por las redes sociales, por los excesos cometidos, por la crispación de los nuevos tiempos). Abandonemo­s por un momento la falsa nostalgia de los tiempos mejores que se han ido, creyendo que pueden regresar por el simple expediente de neutraliza­r el triunfo de AMLO, y entendamos que ha llegado el momento de pagar una factura. Quedan dos tercios de sexenio, aprovechém­oslo para intentar mejorar lo que caminaba mal.

Esto no significa rendirse ante López Obrador, si usted no cree en él, pero sí a responder a banderas legítimas de las que él se ha convertido en el único portador. Y no, la pobreza no va a resolverse profundiza­ndo lo que ya se ha intentado durante 30 años.

Para empezar, habría que dejar de apostar por la caída del sistema. Es más sensato adaptarse a la nueva realidad y entender que ha llegado el momento de vivir un sexenio de reajuste luego de la falsa abundancia; quizás no sean años para crecer, pero sí para disminuir las grietas que amenazan la estabilida­d del edifico social.

Parece nimio, pero esa perspectiv­a cambia muchas cosas. Por ejemplo, la decisión de a quién apoyar tras la pandemia: ¿a los negocios de la economía formal o a los sectores populares? La respuesta del gobierno es obvia, por más que a la iniciativa privada le parezca un crimen contra la producción.

Impulsar esquemas de redistribu­ción del ingreso es una bandera que no tiene que ser monopolio del gobierno; es algo sobre lo cual todos podríamos hacer algo. Los empresario­s participan­do en la construcci­ón de un orden legal, laboral y social que permita más empleos mejor pagados. Su involucram­iento en las políticas públicas es fundamenta­l.

Los intelectua­les, indignados por el desdén con que AMLO trata a las institucio­nes democrátic­as, tendrían que ponerse a revisar qué ha fallado para que ese entramado de comisiones autónomas y espacios de rendición de cuenta, de la que estamos tan orgullosos, haya coincidido con tal disparidad social, marginació­n y corrupción de las élites. No se trata de un mea culpa, sino de un ejercicio de imaginació­n para asegurar que en el futuro tales institucio­nes sean efectivame­nte democrátic­as para todos aquellos a los que la globalizac­ión no tomó en cuenta.

Los actores políticos y empresaria­les afectados por las políticas de la 4T nos quieren convencer de que el problema reside en el presidente. Y ciertament­e la belicosida­d del mandatario, sus excentrici­dades y limitacion­es ofrecen harto material para alimentar esta idea. El presidente es un manantial del que brotan memes auto incriminad­ores. Pero haríamos mal en tomar al pie de la letra nuestros propios chistes. La verdadera amenaza para México es que se frustre el proyecto de cambio, los agraviados pierdan toda esperanza y se abra un abismo de alcancesin­sospechado­s.¿Quieres ladestrucc­ióndeAMLO?Tencuidado con lo que deseas.

El verdadero riesgo para las élites que se sienten amenazadas es la fuerza que lo llevó a Palacio Nacional

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico