Educación fuera de la caja
Educar con la escuela cerrada y estudiantes y profesores confinados puede ser una tragedia o una oportunidad. Si nuestra convicción está fijada en la escuela como uno de los medios principales para procurar la educación el guardarnos en casa puede ser trágico. Si nuestra convicción está centrada en la curiosidad y creatividad de los estudiantes la “guardería” en la cual vivimos puede ser una oportunidad para comprender a fondo, así sea poco a poco, las características más profundamente humanas del acto educativo, hasta antes de hoy aprisionado en los salones de clase y las suposiciones de eficacia de planes de estudio, currículos, programas y textos únicos.
Sin duda posible, tales suposiciones han sido una bendición para los estudiantes miembros de familias en situación vulnerable, pues las obligaciones principales en esas familias dejan muy poco margen para realizar algunas actividades educadoras en casa, en familia y en comunidad. Por eso la escuela es un baluarte. Sin duda la hazaña educativa mexicana (y de otros países también) es, todos los días, en los 200 del ciclo lectivo, abrir las aulas para más de 36 millones de estudiantes, atenderlos y ayudarlos a comprender las destrezas culturales básicas, los principios básicos de las ciencias, y ejercitar la capacidad de todos y cada uno de esos millones de estudiantes para aprender a ser, saber, hacer y vivir juntos. Sí, el confinamiento será un retraso en el desarrollo humano de muchos estudiantes carentes de recursos para educarse en casa sea por escasez de tecnología, sea por precaria atención de los adultos.
Es posible pensar en las escuelas cerradas y los estudiantes confinados como oportunidad para ayudar a las familias en situación vulnerable. Por ejemplo, la voz y la imagen de los medios de comunicación masiva, con creatividad, pueden llevar a los hogares, pensando en los vulnerables, una voz y una imagen educadora. Al menos unas horas diarias. Un grupo nutrido de los profesores, hoy sin posibilidad de dar “su clase”, podrían con un mínimo de asesoría comunicacional ofrecer, cada uno, un segmento de quince minutos máximo para captar la curiosidad de niños o jóvenes y estudiar – comprender un aspecto concreto de conocimiento, o para realizar una actividad educativa con los recursos comunes en una casa. ¿Cuesta? Menos que la pérdida. Salgamos de la caja, le dicen.
Es posible pensar en las escuelas cerradas y los estudiantes confinados como oportunidad