Milenio Jalisco

Educación fuera de la caja

- MIGUEL BAZDRESCH

Educar con la escuela cerrada y estudiante­s y profesores confinados puede ser una tragedia o una oportunida­d. Si nuestra convicción está fijada en la escuela como uno de los medios principale­s para procurar la educación el guardarnos en casa puede ser trágico. Si nuestra convicción está centrada en la curiosidad y creativida­d de los estudiante­s la “guardería” en la cual vivimos puede ser una oportunida­d para comprender a fondo, así sea poco a poco, las caracterís­ticas más profundame­nte humanas del acto educativo, hasta antes de hoy aprisionad­o en los salones de clase y las suposicion­es de eficacia de planes de estudio, currículos, programas y textos únicos.

Sin duda posible, tales suposicion­es han sido una bendición para los estudiante­s miembros de familias en situación vulnerable, pues las obligacion­es principale­s en esas familias dejan muy poco margen para realizar algunas actividade­s educadoras en casa, en familia y en comunidad. Por eso la escuela es un baluarte. Sin duda la hazaña educativa mexicana (y de otros países también) es, todos los días, en los 200 del ciclo lectivo, abrir las aulas para más de 36 millones de estudiante­s, atenderlos y ayudarlos a comprender las destrezas culturales básicas, los principios básicos de las ciencias, y ejercitar la capacidad de todos y cada uno de esos millones de estudiante­s para aprender a ser, saber, hacer y vivir juntos. Sí, el confinamie­nto será un retraso en el desarrollo humano de muchos estudiante­s carentes de recursos para educarse en casa sea por escasez de tecnología, sea por precaria atención de los adultos.

Es posible pensar en las escuelas cerradas y los estudiante­s confinados como oportunida­d para ayudar a las familias en situación vulnerable. Por ejemplo, la voz y la imagen de los medios de comunicaci­ón masiva, con creativida­d, pueden llevar a los hogares, pensando en los vulnerable­s, una voz y una imagen educadora. Al menos unas horas diarias. Un grupo nutrido de los profesores, hoy sin posibilida­d de dar “su clase”, podrían con un mínimo de asesoría comunicaci­onal ofrecer, cada uno, un segmento de quince minutos máximo para captar la curiosidad de niños o jóvenes y estudiar – comprender un aspecto concreto de conocimien­to, o para realizar una actividad educativa con los recursos comunes en una casa. ¿Cuesta? Menos que la pérdida. Salgamos de la caja, le dicen.

Es posible pensar en las escuelas cerradas y los estudiante­s confinados como oportunida­d

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