Pendiendo de un hilo
La supuesta reapertura a la llamada “nueva normalidad”, que insisto, no es sino una nueva realidad, tiene pendiendo de un hilo a millones de jaliscienses, ya que la desesperación está cundiendo entre industrias, comerciantes y prestadores de servicios que parecen hoy más desorientados que nunca. Ni qué decir de la población que ya no atina a dar crédito a tantas versiones encontradas sobre la verdadera situación de la pandemia en la entidad y si, en su caso, hay más confianza en lo que dicen las autoridades federales o las estatales, ambas ya en un proceso de franca confrontación y de descalificación mutua. El choque, con toda su innegable carga política, ha escalado hasta la integración de un frente de gobernadores que están más que dispuestos a irse por la libre en el manejo de la epidemia y de la reactivación, lo cual acarreará un efecto contrario al esperado: que el gobierno federal efectivamente se lave las manos y culpe a los locales de todas las consecuencias.
La verdad es que los dos niveles de autoridad están faltando a deberes fundamentales con la sociedad. A estas alturas habría que poner en seria duda la eficacia de la estrategia nacional. No es la personificación del doctor LópezGatell, más bien es que la responsabilidad esencial ha sido del presidente, quien en principio marcó líneas de cierto confort político para no “alarmar” a la población y demorar, deliberadamente, medidas de protección y confinamiento. No lo hemos visto poner el ejemplo y parece no lo veremos con un cubre bocas colocado, el ejemplo arrastra. Esas semanas perdidas seguramente están pesando demasiado en la situación que vive el valle de México y que no se ve por dónde terminen su agravamiento. El colmo, claro, es echar a andar un programa reactivador de la economía casi general y, enseguida, retomar su propia “nueva normalidad”, su vida como quien dice, con un recorrido por su comarca favorita, el sureste, mientras el país sigue semiparalizado, confundido y alarmado por esta crisis.
El gobernador de Jalisco, quien es visiblemente punta de lanza en una especie de rebelión ante la federación, tampoco las trae todas consigo. Asume que la entidad es muy diferente, por ejemplo, a la capital del país. Tiene razón, por ahora. Si algo estamos aprendiendo de todo esto es que nadie sabe ni el rumbo ni ritmo que tome la epidemia. Está claro que se actuó con anticipación y que diversos factores ayudaron a salvar la primera etapa de estos meses en condiciones relativamente benévolas. Pero esto parece tocar a su fin y ahora -tocamos madera-, la situación se aprecia mucho más difícil e impredecible. Es cierto que ya son varios meses de frustrantes condiciones sobre todo económicas y que, literalmente, los problemas sociales amenazan con desbordarse. Hay mesas de salud, mesas de coordinación, mesas de reactivación, mesas de todo, pero aún prevalece, dolorosamente, la incertidumbre y las decisiones basadas en la conveniencia política.
A unas horas quizá de que termine la “fase cero”, están gravitando los señalamientos de que todavía no es momento oportuno, pero, además del conflicto de salud y quizá de atención hospitalaria que se avecina, están también las necesidades vitales. Ya los estragos se hacen sentir en las fuentes de empleo, muchas de ellas perdidas en forma irremediable, en la producción y en la generación de satisfactores. Habrá que ver si el plan de reactivación efectivamente funciona, si a fin de cuentas no sale más caro y penoso sumirnos en una propagación acelerada del mal. Por ello las decisiones gubernamentales son tan críticas y deben estar exentas de aversiones, intereses y actitudes personalistas. Nunca como ahora sabremos si en verdad hay líderes que merezcan serlo. Nunca como ahora, que tanto y tantos pendemos de un hilo.
A estas alturas habría que poner en seria duda la eficacia de la estrategia nacional