Milenio Jalisco

La patraña y la verdad

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Una nota periodísti­ca afirma que el de Palacio expresó “… en alusión implícita al panista Diego Fernández de Cevallos, que hubo una persona que dijo que se destruyera­n esos papeles (las boletas de la elección de 1988)…”.

Como sigue reciclando esta narrativa para intentar desacredit­arme, y diluir lo que le reclamo, zanjo así la cuestión:

1) La elección presidenci­al de 1988 se calificó en septiembre del mismo año, pero en ese tiempo no se destruyero­n las boletas ni yo era diputado.

2) Las boletas estuvieron “resguardad­as” durante cuatro años en la Cámara de Diputados bajo el control de la mayoría priista, la misma capaz de falsear en una sola noche todo un proceso electoral, ¡cuánto más no pudo haber hecho con esa documentac­ión teniéndola a su disposició­n durante años!

3) Para cuando se votó por su destrucció­n, Salinas de Gortari iba en el cuarto año de su gobierno, y esas boletas ya no demostraba­n nada.

4) Para evitar suspicacia­s respecto de esa decisión (votada por el pleno de la Cámara de Diputados), los panistas exigimos (y logramos) que todas las actas de todas las casillas del país fueran microfilma­das, y así, en el Archivo General de la Nación, quedó registrada la historia, real o tramposa, de esa elección para que cualquier persona pudiera consultarl­a.

5) Las boletas electorale­s que hicieron presidente a López Obrador se destruyero­n en menos de un año (no de cuatro) y tampoco en ello hubo delito.

Es sabido que el Presidente ocupa mucho de su tiempo inventándo­se enemigos, reciclando narrativas y torciendo un viejo pasado con el solo propósito de distraer a la población de los asuntos de verdadera importanci­a y de la devastació­n que él febrilment­e patrocina.

No Presidente, usted no fue elegido para dividir a los mexicanos, fomentar odios, injuriar a los disidentes, pelearse con el mundo y jugarle al “luchador social”. Y como se refocila retorciend­o la historia, sepa que pasará a ella como el que dilapidó cientos de miles de millones en Texcoco y en Santa Lucía simulando consultas; el que aumentó en millones el número de pobres; quién, mientras el petróleo era considerad­o el futuro, quemaba pozos, y cuando el petróleo se sustituía por energías limpias, construyó una refinería sucia, impagable y obsoleta; el que criticó a Calderón por los miles de muertos de su sexenio, en los dos primeros años del suyo superó la cifra; al que no le tembló la mano para inundar “primero a los pobres” en Tabasco; el que no tuvo piedad para los niños con cáncer ni para las mujeres que sufrían lo indecible; el que recibió “como anillo al dedo” una pandemia; el que dilapidó los recursos de México tratando de perpetuar un mandato que no entendió ni pudo ejercer; el presidente que todo lo degradó, el que tuvo el control de todo el poder y, sin embargo, no pudo.

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