Una complicada travesía para el turismo de las Islas Marías
Lograr llegar a las Islas Marías puede resultar tan difícil como escapar de ellas durante los más de 100 años que funcionaron como una prisión.
La idea del gobierno federal es convertirlas en un atractivo turístico al que puedan llegar hasta 200 personas al día; una travesía que creará una nueva categoría en las agencias de viajes que puede llamarse el turismo imposible.
Y es que tomando en cuenta todos los detalles conocidos: los trayectos en barcos grandes de la Marina pueden llegar a durar más de seis horas, desde Mazatlán, además de que en las islas nadie puede pasar la noche.
Un ejemplo: el pasado fin de semana, los marinos de la base naval de la isla no pudieron viajar a Mazatlán para ser relevados por el mal tiempo. ¿Qué pasará con los turistas cuando haya mal tiempo en altamar?
Otro dato. El presidente Andrés Manuel López Obrador y su comitiva cambiaron de aeronave de último momento, pasaron de una pequeña a una turbohélice de la Marina para viajar a las islas, esto debido a que el viento era muy fuerte en la antigua cárcel.
Sin embargo, aún así fue un verdadero reto para los pilotos el aterrizaje y el despegue en una pista corta que obliga a hacer movimientos de manual, como el despegue estático que utilizaron para volar de regreso a tierra. Una vez superado este trámite, ya no hay más que espectacularidad.
Caminar por un lugar donde alrededor no hay nada más que agua es sobrecogedor. El viento sopla incansable y refresca el cuerpo aún cuando el sol está a plomo, la vista de la inmensidad desde cualquier punto obliga a una introspección hasta al más necio.
También se puede caminar por las calles recién remodeladas de Puerto Balleto, el centro social de la antigua cárcel, que es como el jardín principal de cualquier pueblito en México.
El lugar tiene su iglesia, la plaza, algunas bancas y sitios que serán aprovechados para hacer un tianguis de artesanías y otro de comida.
O bien conocer leyendas de sacerdotes que reformaron a los delincuentes más viles, al nivel de convertirse en sus mejores amigos y ser enterrados prácticamente uno junto al otro cuando murieron.
Caminar por el malecón, escuchar el mar, leer frente al mar, visitar el museo donde se explicará la historia del lugar, que tuvo a figuras como el escritor José Revueltas, quien se inspiró en su experiencia para escribir su novela Los muros de agua.
Cuando abra al público, una bodega blanca que está junto al muelle se convertirá en restaurante, y lo que alguna vez fue una biblioteca ahora es una gran palapa para los visitantes.
Es decir, actividades suficientes habrá para los turistas: caminar 350 metros de subida para llegar al Cristo del cerro, andar en bicicleta, conocer la fauna del lugar, visitar el centro cultural, comer o solo sentarse a ver.
Será una experiencia prometedora en un lugar emblemático, raro, increíble, espectacular que está transitando de ser una cárcel a un parque de diversiones natural y sustentable.
Llegado a este punto, el turista logró arribar a la isla, disfrutó de todo lo que ofrece en unas horas, y ahora queda enfrentar un reto más: el regreso a tierra firme.
El lugar está transitando de una prisión a un parque de diversiones natural y sustentable