El retrato de la voracidad inmobiliaria
La venta de departamentos en las Villas Panamericanas, con el aval de un corrupto Tribunal de Justicia Administrativa, hipoteca el futuro ambiental de Guadalajara; apostar por vivienda en las Villas es un paso más hacia una ciudad invivible
Las Villas Panamericanas simbolizan mucho más que dispendio, improvisación y amiguismo. Las torres, ahora departamentales, son el retrato perfecto de la voracidad inmobiliaria y la permisividad de tribunales y autoridades. Todo comenzó con los Juegos Panamericanos. El gobierno de Emilio González Márquez, presionado por la Organización Deportiva Panamericana, buscó “N” locaciones para las Villas. Recordemos el Parque Morelos o El Disparate en Huentitán. Luego de intentos fallidos, las Villas aterrizaron en El Bajío, una zona ambientalmente frágil. Importó más la borrachera de los Juegos que la protección del bosque de La Primavera. Como siempre pasa en nuestra Guadalajara, antes están los intereses de unos poquitos que el futuro de millones.
El gobierno de González Márquez nos prometió que los Panamericanos serían casi un salto al primer mundo. Y, para ello, habría que gastar lo que fuera. La cuenta fue altísima. Dos semanas maravillosas con un costo inasumible. Una década después, nadie paga por la corrupción de los Juegos. El Gobierno de Aristóteles Sandoval prometió llegar hasta el fondo, pero ya en la silla se olvidó -o ¿pactó?de las promesas. Tenemos a las Villas como un símbolo de todo aquello. Las Villas son, al fin y al cabo, el espíritu de una época. La época de los excedentes del petróleo y los virreyes. La época del gasto sin control.
Aristóteles Sandoval y Enrique Alfaro se encontraron con el problema. El primero prefirió ni moverle. Se abrieron causas contra algunos involucrados en las obras, pero las querellas no llegaron a ningún lugar. Alfaro decidió resolver: avalar que se transformaran en departamentos y acompañar la decisión con un decreto de protección ambiental. La prioridad es recuperar el dinero de los accionistas que invirtieron, el dinero que le inyectó el estado en sí mismo y, por supuesto, la aportación de los pensionistas de Jalisco. La apuesta es de recuperar los recursos invertidos y darle un uso a ese elefante blanco que el tiempo y el clima fueron desgastando.
No obstante, considero que el problema no se enfoca correctamente. Las autoridades electas están para proteger el interés público. En muchas ocasiones, dicho interés general no es tan claro. Por ello, los gobernantes deben hacer equilibrios. Sin embargo, en el caso de las Villas Panamericanas y la protección del bosque de La Primavera considero que el interés público es bastante nítido. Si queremos proteger y defender al bosque, lo primero es evitar que la urbanización y la vivienda continúen amenazando las zonas de amortiguamiento. Los especialistas señalan que son estas extensiones de bosque, pegadas a la urbe, las más importantes para garantizar la viabilidad futura de La Primavera. Permitir asentamientos masivos supone un precedente que amenaza gravemente al bosque. ¿De verdad, tenemos el derecho a tomar una decisión que pone en riesgo gravemente el equilibrio ambiental de la ciudad de cara al futuro? ¿Vale más la inversión que la protección de La Primavera?
Hace unos días, el corrupto Tribunal de Justicia Administrativa -conocido por defender permanentemente a ricos y poderosos, y abandonar el interés de la ciudad- dictaminó que Zapopan debe dar la habitabilidad a quienes compran departamentos en las Villas. Fiel a su estilo, el TJA se inviste de presidente municipal y decide qué debe hacer el gobierno local y qué no. Es un fallo que dañará el presente y el futuro de Guadalajara. Yo me pregunto si los magistrados del tribunal se saltan lo que sea cuando quieren contentar a sus cuates, ¿Qué nos garantiza, partiendo de estas sentencias, que mañana un grupo de constructores no podrán proyectar y comerciar en áreas protegidas a través de amparos y tratos de favor de los tribunales? ¿Cómo sabemos que se va a respetar el decreto emitido por el gobernador y se impedirá en el futuro que se siga urbanizando en zonas de amortiguamiento del bosque? ¿Es posible que un tribunal niegue la habitabilidad cuando se avala la vivienda de alta densidad en las Villas? ¿No vemos la peligrosidad del antecedente?
El esperpento de los tribunales sólo lo puede corregir la política. Enrique Alfaro podría encontrar alternativas para no dejar este nocivo precedente que atenta contra las futuras generaciones de tapatíos. Se pueden encontrar mecanismos presupuestales y económicos para evitar un golpe al fondo de pensiones de los trabajadores del Estado. Un uso que sea compatible con la vulnerabilidad de la zona. Parar la venta de departamentos en las Villas Panamericanos es una decisión no de sexenio -ni tampoco de gobierno-, sino de estado. Recordemos la frase atribuida a Otto Von Bismarck: el político piensa en la siguiente elección; el estadista en la próxima generación.
Nuestra ciudad está llena de errores. Bueno, siguiendo aquella frase de Marx de que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa, estamos repletos de farsas. De historias en donde las ambiciones personales, ya sean empresariales o políticas, doblegaron la posibilidad de tener una visión sustentable del futuro de Guadalajara. La Primavera está asediada; el Nixticuil también; los Colomos son la mínima parte de lo que fueron; la mancha urbana tiene la tercera parte de las áreas verdes que debería tener, y construir en cauces de ríos nos llevó a una ciudad que navega en temporal de lluvias. Los errores nos han condenado a una ciudad contaminada, intransitable y con islas de calor insoportables. Apostar por vivienda en las Villas es un paso más hacia una Guadalajara invivible y sin esperanza para las futuras generaciones. Es tiempo de parar esa locura. Ojalá que la política no cometa otro error histórico.
Las torres, ahora departamentales, son el retrato perfecto de la voracidad inmobiliaria
Nos han condenado a una ciudad contaminada, intransitable y con islas de calor insoportable