“Chema Martínez es el símbolo más acabado de la podredumbre del sistema”
José María Martínez Martínez se asume como un político ultraconservador. No ha tenido un solo logro en su trayectoria política, pero esconde dicha vacuidad con una defensa recurrente de la vida y la familia.
El sistema le ha permitido a Chema sobrevivir en la política. Y no sólo sobrevivir, sino acumular privilegios. Incluso, el ex senador quiere pensionarse -porque dice que comenzó a trabajar a los 13 años (que es ilegal)- recibiendo 108 mil pesos mensuales. No ha llegado ni a los 50 años, pero Martínez Martínez ya demanda una jubilación en donde ganaría lo mismo que el Presidente de la República.
Martínez Martínez es el símbolo más acabado de la podredumbre del sistema político que ni la transición logró desvanecer. Es producto de una generación que no tuvo que batallar contra el autoritarismo, sino que apareció cuando el blanquiazul comenzaba su camino hacia la hegemonía política. Un tipo que se coló en las esferas de poder con un solo objetivo: acumular poder político para hacer negocios.
En particular, Chema Martínez buscó hacerse un actor clave en el Poder Judicial. Herbert Taylor, quien fuera mano derecha del gobernador Emilio González, reveló hace algunos meses: “me vale cacahuate, yo digo nombres: Chema Martínez vendiendo posiciones a cinco millones de pesos para que fuera Magistrado y después su secuaz
Juan Carlos Márquez haciendo lo propio”. Márquez, otro panista relacionado con negocios en el Poder Judicial, fue reclutado por MC cuando éste era regidor en Guadalajara.
Las tropelías de “Chema” no acaban con su cooptación de espacios en el Poder Judicial o sus maniobras para cobrar una jubilación dorada en un momento de precariedad de las finanzas del Instituto de Pensiones. Hoy, Chema tiene intereses y participa en tres partidos políticos.
De entrada, aunque defiende una agenda de extrema derecha, aceptó encabezar la lista de diputados plurinominales de Morena. Luego, jugó con todo para que uno de sus alfiles, Óscar Ahedo, se quedará con la nominación panista para la capital. Y no conforme con operar en dos partidos, PAN y Morena (que supuestamente son el agua y el aceite), Chema controla Somos, un partido cascarón que no mantuvo el registro y que le sirvió para recibir recursos del erario.
El problema de fondo es el sistema que permite que Chema Martínez actúe de esta manera. La transición política en Jalisco se limitó a la alternancia en el poder y poco hizo para democratizar tanto la vida interna de los partidos, como la división y equilibrio de poderes. Ni siquiera la rendición de cuentas.
Lamentablemente, los partidos políticos se siguen repartiendo el pastel de los tribunales. Y, peor, en ocasiones hasta somos testigos de venta de magistraturas. Prácticas de corrupción abominables.
Todo esto es también obra de una generación de panistas, de la cual Chema Martínez es un ilustre representante, que destruyeron el mandato de democratización y buscaron cualquier resquicio para hacer negocios al amparo del poder político.
Echar atrás la jubilación de Chema es un paso simbólico, pero el fondo es impedir que el sistema siga garantizando impunidad a aquellos que reproducen las formas caciquiles más detestables.
Se coló en las esferas de poder con un solo objetivo: acumular poder político para hacer negocios