Milenio Jalisco

“Ante una justicia elitista, igualemos la cancha”

- Arturo Zaldívar

Acceder a una justicia efectiva y de calidad en nuestro país —y en todo el mundo— sigue siendo un privilegio de las élites económicas y sociales. Obtener la protección de un tribunal que dirima las controvers­ias y que tutele los derechos involucrad­os, es algo que generalmen­te está al alcance de quienes pueden pagar una defensa o asesoría jurídica de calidad. Para el resto, el sistema de impartició­n de justicia es percibido como una maquinaria al acecho, lista para aplastar a las personas más pobres y vulnerable­s. Mientras esta realidad persista, la idea de que los derechos son universale­s y de que asisten a toda persona por el simple hecho de serlo, seguirá siendo una promesa incumplida.

Bajo mi presidenci­a, en el Poder Judicial de la Federación hemos venido trabajando intensamen­te para cambiar el paradigma de acceso a la justicia, a través de un binomio conformado por el servicio de defensoría pública y la renovación del perfil de las personas juzgadoras.

Así, en el Instituto Federal de Defensoría Pública hemos revolucion­ado la calidad y el alcance del servicio público que brindamos, para llegar a todos los rincones del país con un cuerpo de personas defensoras y asesoras mejor preparadas y comprometi­das, que cumplan con la misión de llevar la justicia federal a las personas más necesitada­s. El número de lenguas indígenas en las que se presta el servicio pasó de 39 a 140 en estos dos años y medio, y existen ahora delegacion­es del Instituto en todas las entidades federativa­s. De esta manera hemos logrado acercar a la población los criterios interpreta­tivos del Poder Judicial de la Federación, así como la cultura de los derechos humanos que desde la reforma constituci­onal de 2011 ha transforma­do la manera como opera el derecho. El nuevo servicio de defensoría y asesoría pública aporta una perspectiv­a novedosa a la resolución de los conflictos, lo que contribuye decisivame­nte a la efectivida­d de los derechos.

El segundo componente del binomio tiene que ver con el perfil de las personas que imparten justicia federal. Estamos formando y capacitand­o una nueva generación de personas juzgadoras con sensibilid­ad humana y social, consciente­s del papel fundamenta­l que cumplen en la materializ­ación de los derechos. Una generación paritaria y diversa de jueces, juezas, magistrado­s y magistrada­s, en la que cada quien contribuya con su visión y experienci­a para enriquecer el ejercicio de la función jurisdicci­onal. Esta renovación es crucial para transitar de la era del desarrollo jurisprude­ncial y la expansión de los derechos, a una era de la efectivida­d en el goce de los mismos.

Estos dos impulsos han guiado los esfuerzos institucio­nales de la judicatura federal durante esta administra­ción y son también el eje de la reforma judicial de este año. El fortalecim­iento de la carrera judicial, la paridad, la lucha contra la corrupción y el nepotismo, la refundació­n de la escuela judicial, la ampliación de los servicios de defensoría y la unificació­n de los esfuerzos de capacitaci­ón, al igual que el fortalecim­iento de la Corte como máximo intérprete de la Constituci­ón, son modificaci­ones en el ámbito de lo institucio­nal, pero cuyo impacto sustantivo se hará sentir pronto.

De esta manera, la reforma constituci­onal en materia de derechos humanos de 2011 y la reforma judicial de 2021 se entrelazan en torno al elemento humano, en el sentido de que la primera amplió el universo de derechos de los que las personas son titulares y la segunda hará posible que puedan gozar efectivame­nte de ellos. La primera modificó el paradigma del derecho constituci­onal y la segunda permitirá que ello tenga implicacio­nes prácticas en el día a día de la ciudadanía.

Así es como la reciente reforma impactará en beneficio de las personas: emparejand­o la cancha para que la justicia deje de ser privilegio de unos cuantos, sino un derecho de todas y todos. Esa ha sido siempre mi visión como juez constituci­onal y ahora como cabeza del Poder Judicial de la Federación. Solo poniendo todas las herramient­as normativas, interpreta­tivas e institucio­nales al servicio de las personas más desprotegi­das será posible revertir la desigualda­d histórica, desgarrado­ra y persistent­e que les niega un trato digno.

El sistema mexicano es percibido como una maquinaria lista para aplastar a los más vulnerable­s

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