Ya ganaron pero… siguen enojados
Sí, ya lo sabemos, nos lo han repetido una y otra vez para explicar el advenimiento del régimen de la 4T: el voto de castigo de poco más de 30 millones de mexicanos, hartos de Enrique Peña y los suyos, les abrió las puertas a los actuales gobernantes. El descontento se remonta a épocas más remotas, hay que decirlo, y justo por ello es que López Obrador
estuvo a punto de ganar las elecciones de 2006 siendo que Felipe Calderón, a diferencia del juego sucesorio que está aconteciendo en estos momentos en las filas del oficialismo, no era siquiera el candidato de Vicente Fox. Es más, hasta de “hijo desobediente”, o algo así, se calificó el propio contendiente panista en campaña.
Muy bien, nos queda entonces muy claro que había mucho enojo, mucho descontento y mucho resentimiento. El tema, visto el ambiente de extrema crispación que está teniendo lugar en la vida pública en estos momentos, es plantearnos una interrogante, justamente, sobre la utilidad del conflicto, o sea, sobre sus rendimientos en el apartado de la política. Es una cuestión de intereses partidistas y de las potestades que pretenden seguirse arrogando los gobernantes, desde luego, pero, caramba, ¿no es ya demasiado? Digo, los embates cotidianos contra los denostados “conservadores”, la machacona condena al neoliberalismo, la permanente descalificación a los opositores y, sobre todo, la estrategia de acoso y derribo del entramado institucional que hemos construido todos los mexicanos a pesar de todos los pesares, ¿no están ya resultando contraproducentes, más allá del inquietante y pernicioso divisionismo que está fomentando la gente que nos gobierna?
El Instituto Nacional Electoral organiza elecciones confiables, señoras y señores. ¿La prueba? Pues, Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de la República, ni más ni menos. Morena, en las pasadas votaciones, triunfó en once de los quince estados federativos que estaban en liza. ¿No les basta, a los inconformes
_* de antes, que las cosas hayan cambiado? ¿No les contenta que ya no gobiernen los satanizados prianistas? ¿No están felices de que se haya terminado la corrupción, ahora sí, y de que estemos viviendo en el mejor de los mundos puesto que YA GANARON?
O sea, ¿siguen enojados? ¿Por qué, oigan?
La machacona condena al neoliberalismo ¿no está ya resultando contraproducente?