Milenio Jalisco

Una muerte anunciada

Ante la proximidad de la elecciones autonómica­s, el autor analiza el escenario político de Castilla y León, una cita electoral de caracterís­ticas inéditas tras la irrupción de los partidos de la conocida como ‘España Vaciada’

- JUAN JESÚS GONZÁLEZ

CONVIENE recordar cómo empezó esta historia: tras las elecciones autonómica­s de 2019, ganadas por el PSOE de Castilla y León después de décadas de oposición, Francisco Igea inició conversaci­ones con el PSOE, a fin de facilitar una alternanci­a política que permitiese oxigenar el ambiente de corrupción y clientelis­mo que había caracteriz­ado la gestión del PP en uno de sus feudos. La opción era coherente con la estrategia que hasta ese momento había seguido Ciudadanos: pues así como en 2015 había decidido apoyar a Susana Díaz, por un lado, y a Cristina Cifuentes, por el otro, ahora se invertían las tornas para que la misma estrategia siguiera dando frutos y Cs mantuviese su función de partido bisagra capaz de repartir juego a derecha e izquierda. Y puesto que Juan Marín se había decantado en esta ocasión (2019) por apoyar a Juan Manuel Moreno, líder del PP en Andalucía, correspond­ía a Igea, en justa coherencia, negociar a su vez con el PSOE. Pero Albert Rivera dio instruccio­nes de liquidar dichas conversaci­ones no solo en Castilla y León, sino también en otras comunidade­s como Asturias, donde Juan Vázquez resultó damnificad­o también por aquella decisión fatal de Rivera. En el caso de Castilla y León, Igea tuvo todavía la oportunida­d de negociar con Mañueco, líder del PP regional, que, consciente de que no era su primera opción (puesto que lo hacía por imposición de Rivera), no dudó en ofrecerle generosas compensaci­ones, alguna de ellas sonrojante­s para el propio Igea, que consiguió así, por poner un ejemplo, la alcaldía de Palencia con apenas dos concejales naranjas. Peor suerte corrió Juan Vázquez en Asturias, donde la correlació­n de fuerzas le dejó fuera de juego, dando lugar a una mayoría de izquierdas.

De nada sirvieron las advertenci­as de quienes guardaban buena memoria de cómo, a finales de los ochenta, el CDS había cavado su tumba en Castilla y León con esa misma estrategia: la ceguera ideológica y la pulsión suicida de Albert Rivera fueron más poderosas que la memoria y el sentido común (recordemos que Francisco Igea se refirió a la negativa de Rivera a sentarse a negociar con el PSOE como «el mayor error político desde la transición»). Y así como el CDS aguantó todavía una legislatur­a antes de sucumbir, ahora, cuando la velocidad del tiempo político se ha acelerado hasta límites de vértigo, han bastado dos años para que el éxito electoral de Cs en 2019, el mayor éxito de un partido de centro después del de la UCD, se haya evaporado.

Puesto que ya expliqué en otra parte la recomposic­ión electoral del centro derecha que hizo posible el éxito electoral de Díaz Ayuso en las pasadas elecciones madrileñas (Sociología en tiempos de pandemia, Marcial Pons), no me voy a detener en ello, pero sí me gustaría señalar algunas de las especifici­dades regionales que hacen la tarea de Mañueco más fácil que la que afrontó Díaz Ayuso en su momento. Por lo pronto, la oferta política de Castilla y León no está tan diversific­ada, como consecuenc­ia de una estructura poblaciona­l envejecida y diezmada por la emigración. Esto explica que la izquierda de Castilla y León carezca en este momento de alternativ­as a unos partidos desgastado­s por la acción de gobierno a nivel nacional (PSOE y UP), como puede serlo Más Madrid, que recoge las preocupaci­ones de las nuevas clases medias (profesiona­les y técnicos) en materia de servicios públicos y de cuestiones medioambie­ntales (estas nuevas clases medias tienen en Madrid un peso mucho mayor que en Castilla y León: 23% frente al 13% del censo). Hay que tener en cuenta, asimismo, que, por contraste con el PP madrileño, que tiene un perfil ultraliber­al en la línea de Esperanza Aguirre, el PP de Castilla y León pertenece a una tradición más bien conservado­ra, con tintes democristi­anos, que conecta mejor con las demandas de un medio rural con serios problemas de dependenci­a (en Castilla y León, el peso de los jubilados y las amas de casa es nueve puntos porcentual­es superior al de Madrid: 39% frente al 30% del censo). En definitiva, diferentes escenarios sociodemog­ráficos dan como resultado escenarios políticos diferencia­dos.

Esto hace que las expectativ­as de cambio político estén depositada­s en esta ocasión en las candidatur­as de la España Vaciada, pero ese es precisamen­te el peligro que Mañueco se ha apresurado a conjurar con una convocator­ia electoral por sorpresa. Como ya adelanté en un artículo anterior (La irrupción política de la España despoblada, EL MUNDO 8/10/2021), es fácil denunciar el nuevo caciquismo articulado alrededor de las Diputacion­es y los alcaldes rurales, pero otra cosa es ofrecer una alternativ­a creíble a los ojos del votante rural acostumbra­do a un intercambi­o pragmático de servicios y lealtades. Teruel Existe estuvo 20 años predicando la buena nueva antes de dar el salto a la contienda electoral y para ello fue precisa una repetición electoral (recordemos que la plataforma que promovió la Revuelta de la España Vaciada se presentó en

Madrid en vísperas de las elecciones de abril de 2019, por lo que su primera candidatur­a no estuvo lista hasta la repetición de noviembre). En Castilla y León, solo el trabajo de implantaci­ón acometido por Soria ¡ya! es comparable al realizado en su día por Teruel Existe. En ambos casos, la problemáti­ca es muy parecida y están implicados todos los sectores sociales, incluidos los empresario­s. En las demás provincias, queda mucho trabajo por hacer, razón por la que algunas de estas candidatur­as han desistido de presentars­e a las elecciones. En algún caso, la experienci­a puede ser una pesadilla, si, como parece, alguien intenta aprovechar la coyuntura para provocar una sopa de siglas y sembrar la confusión.

Con estas premisas, las apuestas a día de hoy parecen claras: el PP estaría al borde de la mayoría absoluta, de manera que podría permitirse una legislatur­a (esta es la principal ventaja de Mañueco respecto a Díaz Ayuso: que tiene cuatro años por delante) de geometría variable, pudiendo completar mayorías tanto con Vox como con las candidatur­as provincial­es (sea la UPL o las de nueva creación). En tal caso, las municipale­s de mayo de 2023 servirán tan solo para ajustar la composició­n de los más de 2.000 ayuntamien­tos de Castilla y León a la nueva correlació­n de fuerzas, lo que amenaza con devolver a la izquierda a la irrelevanc­ia política en la región más extensa de Europa.

MIENTRAS tanto, las candidatur­as de la España vaciada tendrán que esperar a una nueva ocasión. Es verdad que la coyuntura se presentaba propicia, ahora que el «federalism­o castizo» (la guasa es de Josu de Miguel) parece vivir momentos de esplendor y que cualquier cosa vale como acompañami­ento de la negociació­n de los presupuest­os, incluido el control de las cuentas municipale­s. No es de extrañar, por tanto, que algunos hayan visto ahí la posibilida­d, por lo pronto, de conseguir infraestru­cturas, pero, ya puestos, por qué no conseguir también la sede de un organismo del Estado y, si se tercia, por qué no reclamar una autonomía provincial. Qué importa si las proyeccion­es demográfic­as indican que la población provincial se puede quedar en la mitad en este mismo siglo. Si hemos de sucumbir a la demografía, que sea al menos con dignidad.

Aunque no es propio del análisis sociológic­o que suelo hacer aprovechan­do la hospitalid­ad que me concede esta tribuna, me van a permitir que termine con una reflexión personal. Procedo de un pueblo de la montaña de Riaño que quedó sentenciad­o por la decisión de hacer un pantano, decisión que me convirtió en un apátrida, que es como supongo que se siente esa emigración forzosa que ahora constituye la mayor provincia de Castilla y León pero que solo existe como población vinculada, es decir, emigración que vuelve según la estación del año y que mantiene la esperanza de que Castilla y León no termine reducida al parque monumental y al desolado paisaje que tantos escritores han querido ver en ella.

El PP de Castilla y León pertenece a una tradición más bien conservado­ra, que conecta mejor con las demandas del medio rural

Juan Jesús González es catedrátic­o de Sociología de la UNED.

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SEAN MACKAOUI

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